La disfunción narcotizante
"... Otra consecuencia social de los medios masivos de comunicación ha quedado inadvertida en gran medida, al menos ha merecido pocos comentarios exp1ícitos, y no ha sido puesta sistemáticamente en uso para favorecer objetivos planificados. Se la puede llamar la disfunción narcotizante de los medios masivos de comunicación. Se la denomina disfuncional en vez de funcional, basándose en la presunción de que no corresponde al interés de la moderna sociedad compleja tener grandes masas de la población políticamente apáticas e inertes. ¿Como actúa este mecanismo no planificado? Algunos estudios dispersos han indicado que los norteamericanos dedican un tiempo cada vez mayor a los productos de los medios masivos de comunicación Con nítidas variaciones en distintas regiones y entre diversas capas sociales, lo que vierten los medios masivos de comunicación presumiblemente permite al norteamericano del siglo XX mantenerse al día con el mundo. Se sugiere, sin embargo, la posibilidad de que este vasto aprovisionamiento de comunicación no suscite sino una preocupación superficial sobre los problemas de la sociedad, y de que tras esta superficialidad se oculte con frecuencia una apatía de masas.Es posible que recibir este aluvión de información sirva para narcotizar y no para estimular al lector u oyente medio. Leyendo y escuchando durante lapsos crecientes, dispone de cada vez menos tiempo para la acción organizada, El individuo lee descripciones de problemas y disyuntivas, y es posible incluso que analice líneas de acción alternativas. Pero esta conexión algo intelectualizada, algo remota, con la acción social organizada no es activada. E1 ciudadano interesado e informado puede felicitarse por la magnitud de sus intereses e intormaci6n, omitiendo advertir que se ha abstenido de decidir y actuar. En resumen: interpreta su contacto secundario con el mundo de la realidad política , el hecho de leer, escuchar y pensar, como una actuación delegada. Llega a confundir el saber sobre problemas del momento con el hacer algo respecto de ellos. Su conciencia social queda inmaculadamente limpia. Está preocupado. Está informado. Y tiene toda clase de ideas en cuanto a lo que se debería hacer, pero una vez que ha consumido su cena, una vez que ha escuchado sus programas radiales favoritos y una vez que ha leído su segundo diario del día, es realmente hora de acostarse. A este peculiar respecto, se puede incluir a las comunicaciones masivas entre los narcóticos sociales más respetables y eficaces. Quizá sean tan plenamente eficaces que impidan al adicto reconocer su propio mal.
Es evidente que los medios masivos de comunicación han elevado el nivel de información de vastas poblaciones. No obstante, y al margen de la intención, es posible que las crecientes dosis de comunicaciones masivas estén transformando inadvertidamente las energías de los hombres, de participación activa en saber pasivo.
La existencia de esta distinción narcotizante es indudable, pero aun falta determinar en que medida opera. Investigar este problema sigue siendo una de las muchas tareas que aún se presentan al estudioso de las comunicaciones masivas. "
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