Reto 2 de 52 del Libro del Escritor: Zombis en los molinos

Publicado el 15 febrero 2016 por Aura
¡Hola devoradores!
Otro reto más del Libro del Escritor. En este segundo ejercicio nos pedían que reescribiéramos la escena en que Don Quijote va a atacar los molinos de viento añadiéndole zombis. Para mi ha sido bastante difícil, y no estoy muy convencida de como ha quedado el relato. Pero bueno, puede que sean cosas mías.
En fin aquí os dejo el relato. ¡Espero que os guste!

Zombis en los molinos
En esto, descubrieron en la lejanía una multitud de personas, ahí en aquel campo, y así como Don Quijote los vio, dijo a su escudero.
- Extraño ver ha tantas gentes entre los molinos, querido Sancho. ¿Nos acercaremos a caso a alguna población que estén de festejos en esta época del año?
Sancho, sabiendo de todas y cada una de las fechas en que había alegría y alboroto por sus tierras, negó con la cabeza muy seguro.
- Se de bien seguro, que en estos días no hay fecha señalada donde tanta gente pueda reunirse mi señor. - respondió.
Los dos detuvieron su avance, pues vieron que aquella multitud iba acercándose a ellos poco a poco, aunque todavía no podían saber a ciencia cierta de donde provenían aquellas gentes y que querían. Sancho, después de unos cuantos minutos, dijo.
- Mi señor, si no es inconveniente, lo mejor sería que eligiéramos otro camino para así no encontrarnos con esa gente.
- ¡Tonterías, Sancho! Ellos son los que están en nuestro camino, pues ellos serán los que deberán abrirse para dejar paso a mi persona.
Sancho empezaba a ponerse nervioso a medida que podía diferenciar mejor los andares de aquellas personas. Parecían que todos vinieran de alguna batalla, pues todos iban torcidos y caminaban lentamente. Todavía estaban a una buena distancia de ellos, pero lo suficiente cerca para verlos mejor, cuando el escudero se percató de que aquella gente no era gente.
- ¡Mi señor, marchémonos, demos media vuelta! - exclamó sobresaltado en el momento que vio que el extraño color de piel de esas gentes y como un par de ellos se les habían caído las extremidades. - Esas no son gentes, ¡son demonios provenientes del mismo infierno!
Don Quijote miró hacia delatante, con el rostro impasible.
- Si es cierto lo que dices, no podemos dar marcha atrás, Sancho. - el escudero le observó, horrorizado. - Es trabajo de un noble caballero acabar con dichos engendros.
Sancho intentó hacerle entrar en razón, pero Don Quijote hacia caso omiso a sus palabras. Resignado, se mantuvo al lado de su amo, pues temía dejarlo solo y que ocurriera una desgracia. Y así estuvieron largo rato, sin hacer nada, esperando a que aquellos seres se acercaran a ellos. Estaban ya muy cerca, podía escucharse como aquellos que en un pasado habían sido humanos gemían y hacían ruidos aterradores. Don Quijote, valeroso, agarró bien su lanza y apunto hacia ellos. Pero no se sabe si fue al ver como varios de ellos se lanzaron a por los dos amigos o por la terrible escena de como uno de esos seres se le caía la mandíbula dejando ver su lengua putrefacta, que el valeroso caballero decidió dar media vuelta y correr sin mirar atrás. Sancho aun tuvo tiempo a observar como entre ellos se destripaban en busca de comida a la que hincarle el diente antes de salir tras su amo.
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- ¿Mi señor? - preguntó preocupado Sancho.
Don Quijote movió la cabeza de un lado a otro, despejando su soñadora mente. Pestañeo varias veces y miró a Sancho con mirada severa.
- ¿Por qué seguimos aquí?
- ¡Habéis sido vos el que se a ido muy lejos y se ha quedado ahí parado, mirando fijamente los molinos de viento! - replicó el fiel escudero.
El caballero miró en la lejanía, esperando a llegar a ver esos horribles  de nuevo, y aunque espero durante largos minutos, no aparecieron.
- ¿Y los seres de los que estábamos escapando? - preguntó atónito.
- ¿Qué seres, mi señor? - le respondió a la vez Sancho, un tanto harto. - Aquí solo hay molinos y cosechas. No hay ni un alma por estos lares.
Don Quijote asintió todavía sin creerse que todo lo que había pasado había sido un sueño.
- Entonces prosigamos nuestro viaje.
Sin decir nada más, los dos empezaron a atravesar los campos lentamente.