Hace unos días envié un correo a los amables lectores que forman parte de la lista de correo de ‘la recacha’ (animaos, os prometo que doy muy poco la tabarra y, además, os regalo el ebook de La cooperante). Lo comparto ahora con el resto del mundo.
Después de seis meses en que mis ocupaciones retribuidas prácticamente no me dejaban tiempo para escribir, desde septiembre vuelvo a tener disponibles las mañanas, lo que me ha permitido acabar Centrifugando recuerdos, la novela que he publicado por entregas en ‘Salto al reverso’, recuperar la actividad bloguera y retomar esa novela policíaca que dejé en pausa hace un año y medio.
Centrifugando recuerdos se va a convertir en mi sexto libro. Ya he revisado la historia y reescrito algunos pasajes, y ahora (ya puedo avanzarlo) está en manos de Carla Paola Reyes, la editora de Salto al reverso, para que acabe de corregirla y publicarla bajo ese joven y entusiasta sello editorial (probablemente cambiemos el título). Falta definir los detalles, pero desde que me lo propuso no dudé ni un segundo que era lo que correspondía hacer.
Después de cinco años intentando hacerme un hueco en el mundo editorial y de comprobar lo complicado que es, no sólo que te publiquen, sino que lo hagan en condiciones dignas, tengo muy claro que mi prioridad es participar en proyectos honestos, que hagan crecer a ambas partes. En el caso de Salto al reverso la decisión era muy sencilla, porque yo soy parte de la familia.
Conozco ya suficientes ejemplos de amigos/as escritores/as con un talento incuestionable que, o no hay manera de que encuentren editorial para sus obras, o bien acaban firmando contratos en condiciones irrisorias. Es lo que hay. Hace unos años yo también habría aceptado cualquier contrato, pero ahora no me compensa. Ediciones de 500 ejemplares, una distribución dudosa y royalties del 10%, que es lo que ocurre con la mayoría de contratos editoriales (dejando de lado a los piratas que te piden “compartir” gastos o, directamente, que pagues por publicarte). Ni me lo planteo.
A alguien le sonará a pataleo, pero la realidad es que prefiero continuar controlando yo todo el proceso, aunque la difusión de mis obras siga siendo muy limitada.
Durante el último año he estado probando a enviar relatos a algunos certámenes literarios, consciente de lo complicado de resultar seleccionado para los “puestos de honor”. He escrito varias historias cortas de las que me siento muy satisfecho. Tenía la esperanza de que sonara la campana en algún concurso, pero no ha sido así y, la verdad, me he acabado cansando. Prefiero publicar los relatos (sigo teniendo en mente esa antología de la que hablé en la última carta a mi colega escritor Toni Cifuentes), on-line o en revistas literarias, a tenerlos rondando indefinidamente sin que nadie pueda leerlos. Algo de impaciencia hay, sí. Reconozco que es uno de mis defectos como escritor. Siempre he dicho que escribo, sobre todo, para ser leído.
Precisamente, uno de esos cuentos formará parte del próximo número de ‘El callejón de las once esquinas’, una revista literaria digital que editan con muy buen gusto y profesionalidad varios escritores de Zaragoza. La colaboración ha surgido fruto de esas “coincidencias” maravillosas que se producen gracias a Internet. María Jesús Pueyo, Patricia Richmond para sus lectores, me escribió hace unas semanas para pedirme un ejemplar de Memorias de Lázaro Hunter: los caminos del genio. La conocí en Bielsa, hace tres años, cuando fui a presentar El viaje de Pau. Se quedó un ejemplar, le gustó y ahora le apetecía leer las locas aventuras de Lázaro en el Far West. El otro día me escribió para decirme que le habían entusiasmado y me pedía permiso para incluir una reseña en ‘El callejón de las once esquinas’. Obviamente, me pareció estupendo. Además, me ofrecía la posibilidad de incluir uno de mis relatos en el próximo número de la revista, el cuarto, que saldrá en diciembre (es trimestral). Así que no me lo pensé dos veces y le envié ‘Copo de nieve’, que, sinceramente, creo que es el mejor cuento que he escrito.
Como decía en el primer párrafo, he retomado la escritura de la novela policíaca que dejé en pausa. Llevo casi 30.000 palabras, y aunque no me he puesto aún a pleno ritmo con ella, sí que he empezado a definir cosas que me costaba mucho ver, tanto que tuve que dejarla reposar. Por ejemplo, ya he perfilado con todo detalle al asesino y tengo más claras las relaciones entre algunos personajes. Vuelvo a tener ganas de ponerme a fondo con este proyecto, aunque sin marcarme plazos.
También tengo claro que cuando lo acabe le tocará el turno a la segunda parte de Memorias de Lázaro Hunter. Estoy seguro de que disfrutaré todavía más que con la primera.
Entre tanto, voy estableciendo complicidades con otros colegas escritores, como la gente estupenda de la PAE – Plataforma de Adictos a la Escritura, con quienes compartí el sábado 21 de octubre una jornada muy divertida en la segunda edición de la Vila del Llibre de Cervera.
Y hablando de complicidades con colegas escritores, el IV Congreso de la AEN – Asociación de Escritores Noveles empieza a calentar motores. Será a finales de abril, en Gijón, y tras la impagable experiencia vivida en el anterior, sin duda, repetiré.
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