Pues ya estamos de regreso.
Antes que nada, una disculpa por este breve periodo de desaparición sin explicación alguna. Durante todo el tiempo que estuve de viaje, mi vida se convirtió en una locura. Y es que sumando a mis sobrinos, de pronto, mis tres hijos se convirtieron en seis. Y a pesar de que todo el trabajo estaba divido entre mi cuñada y yo, la locura de los seis niños juntos también multiplicaba los tiraderos, las carcajadas, los gritos, las tareas, las aventuras, la ropa sucia, los juegos, el trabajo y la cantidad de platos sucios por lavar.
A eso, súmale mis intentos por lograr una especie de homeschooling, haciéndola, no sólo de mamá, sino también, de maestra: lectoescritura, matemáticas y por supuesto, inglés. Con respecto a este último tema, parecía yo un mimo desesperado por darse a entender, actuando todas las palabras con tal de que mis hijos entendieran. Fue verdaderamente un esfuerzo agotador.
Los días parecían eternos, aunque no lo digo en un sentido negativo. Pero es que siempre había un niño despierto, por lo menos desde las 6:00am y hasta las 10:00pm. La locura duraba todo el día. Los pocos ratitos “libres” que encontrábamos, los usábamos mi cuñada y yo para echarnos un cafecito y ponernos a platicar. O bien, para echarnos, aunque fuera por 10 minutos, en el sillón a dormir una pequeña siesta a ver la televisión. ¿Bloguear? Era lo último que estaba en mi cabeza.
Además, la única vez que sí escribí, no lo pude hacer desde la computadora de mi cuñada porque me borraba los textos a la hora de publicarlos. Lo tuve que hacer desde el iPhone, lo cual requirió mucho tiempo de mi parte. Esto me llevó a ignorar a todos durante un largo periodo, dejándole a mi cuñada el paquete de seis niños alocados con problemas de comunicación entre ellos. He ahí la razón por la cual sólo escribí una vez.
Fue un viaje increíble. La convivencia que tuve con mis hijos fue (y sigue siendo… porque todavía los tengo todo el día en la casa) muy intensa y enriquecedora. Este tiempo también me sirvió para extrañar y apreciar todavía más a Beto, mi esposo, y darme cuenta de que sigo locamente enamorada de él.
Para los niños, el poder acercarse a sus primos y tíos, a quienes ―hasta antes del viaje― conocían más bien a través de anécdotas y fotografías, significó una oportunidad para crear un vínculo fuerte con ellos. En otras palabras, mis hijos regresaron a México con unos nuevos “best friends” en sus vidas. Y así, regreso yo sientiendo que hemos logrado nuestro cometido con este viaje.
Regreso contenta y regreso lista para retomar el blog. Promesa. Aquí nos estaremos leyendo cada jueves.
¡Un fuerte abrazo a todos ustedes!
Gaby