“Al lunático de Frankenstein le fue mal con su experimento, yo no voy a fallar”, piensa el viejo en su taller de carpintería. Corta trozos de madera y con manos hábiles da forma a cabeza, piernas, brazos. Al atardecer, un reluciente muñeco articulado decora el centro de la mesa.—Ahora llega mi secreto: esta noche, vivirás —dice al apagar la luz y retirarse.Nada cambió cuando regresa por la mañana: el muñeco permanece inmóvil. Luego de varias noches infructuosas, lo arroja con furia hacia un baldío cercano.—¡Jamás tendrá vida! Idiota de mí, ¡todavía creyendo en el Hada Azul!Pasado un tiempo, en la punta de la nariz del muñeco abandonado brotan pequeñas hojas verdes.