ORACIÓN NEGRA
En mi calle vive el mendigo
que recoge en su voz
las heridas de los hombres que pasan por su lado.
Nuestro dolor desciende
a las botellas que él apura
y, cuando la tarde termina,
el mendigo bate los harapos,
se pone de pie en la acera mojada
por una lluvia acre
e inicia la plegaria negra:
un canto que era el río
creado por los transeúntes.
La oración del mendigo
está entreverada de ironías y blasfemias,
y se impone a los ruidos de la noche.
Llega a los edificios altos
y se cuela por las últimas ventanas.
A la mañana siguiente,
la nieve sucia del canto cuelga de los alambres
y ha cuajado sobre los coches,
y en los sorbos de café pervive
su punzada.
**
RESURRECCIÓN INCONSCIENTE
En el patio de vecindad,
un coche fúnebre con las puertas abiertas.
No sé quién ha muerto.
Paso las horas
a la espera de que aparezcan
los vecinos amenazados por el adiós.
Espío el desfile de hombres, mujeres y niños
que caminan con indiferencia cotidiana,
absortos, impasibles o risueños,
pero que ante mi exhiben
la señal de los supervivientes.
Mi mente cose
sus impecables trajes, deshilachados
por una garra oscura.