Michael Grüber-, el desafortunado vagabundo viudo).
Los actores encarnan con plena libertad a sus personajes, contagiados por el despliegue apabullante de la narrativa visual camaleonesca del filme. De la alegría a la depresión, de los llantos a la rabia, de los delirios alcohólico-junkies a la desesperación, Lavant y Binoche han creado un par de personajes inolvidables: los dos grandes amantes del cine francés de los noventa.
El filme sorprende, incluso, por su disfrutable happy-end con los amantes reunidos después de la remodelación de su añorado "Pont-Neuf". Porque si les han quitado su hogar y su mundo, si les han arrebatado su antiquísimo puente semidestruído, aún les queda el Sena para habitarlo. Aun les queda el río, apacible y tranquilo. Y, sobre todo, aún les queda (nos queda) su amor.