Peter Weir (Australia, 1944) es uno de esos directores a los que no les gusta trabajar a lo loco, sino que entre película y película prefieren tomarse su tiempo para configurar una obra digna de elogios. Es posible que no todos sus films hayan marcado hitos, pero no se puede decir que en la filmografía de Weir haya algún bodriete de los gordos. Esta semana se estrena en nuestros cines su último trabajo, Camino a la libertad, con el que el director vuelve a mostrarnos sus rasgos más particulares: personajes en ambientes que les son ajenos y realidades históricas.
Tras el salto, descubre la fiomografía que ayudó a crear lo que hoy entendemos como "épica cinematográfica". Weir decide abandonar sus estudios universitarios y comienza a trabajar en el negocio de su padre, un agente inmobiliario. En los 60 partió de Australia para viajar por Europa y entrar en contacto con las gentes de otros lugares. Ese interés multicultural que ya demostraba desde siempre, es seña de identidad de sus cintas e incluso denotan cierto toque autobiográfico al introducir en contextos desconocidos e impropios a los protagonistas de sus films, una relación experiencial de sus sentimientos durante sus viajes.Tres años más tarde, llega una de sus películas más exitosas, El club de los poetas muertos (1989). Un relato acerca de un profesor encargado de enseñar literatura en un estricto internado. Una oda cinematográfica que se convirtió en todo un hito. Weir concedió a Robbin Williams, además de una nominación al Oscar, la oportunidad de demostrar que no sólo sabía hacer payasadas en la pantalla, un buen ojo que también tuvo con Jim Carrey nueve años más tarde. Candidato a Mejor Director también en esta ocasión, con el infortunio de encontrarse esta vez nominado junto a Oliver Stone y la estupenda Nacido el 4 de julio.
Tras este éxito, le siguieron dos cintas más, Matrimonio de conveniencia (1990) y Sin miedo a nada (1993), que no logran superar a su anterior obra, pero que resultan entretenidas para un domingo de resaca. La primera es una comedia con Gérard Depardieu, por la que el actor obtuvo también una nominación al Oscar. En ella, un compositor francés tendrá que casarse con una neoyorquina para lograr la tarjeta de residencia y poder quedarse en EEUU. Weir también logró la candidatura a Mejor Guión, pero fue Ghost la que se hizo con él. La segunda película posee un tono más dramático, protagonizada por un Jeff Bridges que sufre un accidente de avión y se replantea su vida, hasta el punto de exponerse al peligro para sentir la adrenalina, olvidando a su familia y sus responsabilidades.
Después de un parón de cinco años, en 2003 arribó a nuestros cines Master and Commander: al otro lado del mundo. Protagonizada por Russell Crowe, se trata de una película ambientada durante las guerras napoleónicas, en la que un capitán de barco inglés decide perseguir al enemigo aún a costa de la vida de toda su tripulación. Una obra intrépida con la que de nuevo Weir vuelve a sumergirnos en hechos históricos de carácter bélico tras el irreal mundo de Truman. Obtuvo dos nominaciones a los Oscar, el de Mejor Director y Mejor Película, sin embargo, tuvo la desgracia de competir con 'el señor de los Oscar' de aquel año, Peter Jackson.
Con un total de seis candidaturas a lo largo de su trayectoria que han sido finalmente eclipsadas por otras producciones, Peter Weir regresa ahora con Camino a la libertad, un drama basado en una novela autobiográfica de Slavomir Rawicz (La increíble caminata), un oficial polaco que narra la experiencia que vivió tras ser capturado por el gulag soviético y lograr escapar junto a otros seis compañeros. A partir de ese momento, comenzará la verdadera lucha por la supervivencia. El film lo protagonizan dos actorazos como Colin Farrell y Ed Harris. Así que, con estos ingredientes que se ha gastado el bueno de Weir, no sé si a la libertad, pero camino al cine ya estoy yendo. A ver si tiene suerte y a la próxima tío Oscar le otorga un merecido apadrinamiento.