No fueron solo los fascistas, los totalitarismos de base comunista y en menor grado las democracias liberales llegaron a intentar patologizar posiciones políticas que querían erradicar. El biologicismo de los años 20, 30 y 40 pareció que decaía después del triunfo de las democracias liberales en occidente, del descubrimiento de hasta donde podían llegar las tesis etnicistas y biologicistas aplicadas a la política y las revoluciones de derechos para las minorías que se realizó durante los años 60, 70, 80 y 90 del siglo pasado. A pesar de ello continúan los rescoldos. Durante el apartheid surafricano, la lucha de las libertades de las minorías en los estados suereños americanos, los coletazos del machismo durante el siglo XX y la opresión de la homosexualidad, aún continuarían utilizándose las teorías biologicistas y continuar defendiendo las leyes que la discriminan.
Biologicismo al servicio de patologizar a los que defienden una ideología
Al parecer cierto sector rancio de nuestra sociedad quiere recuperar ese biologicismo, en esta ocasión para luchar contra el movimiento soberanista catalán. Por poner un ejemplo, el neurocientífico Adolf Tubeña participa de un acto de campaña de UPyD bastante curioso. El título: “La comunión independentista: neuropsicología del gregarismo nacional”, parece sacado de 1984.
Podría pensar que mis recelos a UPyD y que este sea un caso de una campaña electoral pueda despertar mis prejuicios y hacer una lectura sesgada del acto. Pero centrémonos en las declaraciones del propio neurocientífico:
Si en un principio la Unión Europea parecía un marco propicio para diluir los nacionalismos identitarios, constatamos ahora que reverdecen y se agravan sin que los ciclos económicos o los climas ideológicos que les acompañan conduzcan a disecciones analíticas convincentes Adolf TubeñaO sea, como el señor Tubeña, que recuerdo que es neurocientífico, no economista, sociólogo, politólogo, etc.. (y aún si así lo fuera, sería muy osado para un científico social indicar que la postura de millones de personas carecen de elementos racionales) cree que no hay motivo para defender estados pequeños y razones para que una parte de la sociedad decida fundar nuevos estados, como él no es capaz de encontrar motivos racionales, deduce que los que lo defienden no tienen motivos racionales y busca una base biológica a tal asunto.
Es una actitud prepotente que contiene fuertes dosis de autoengaño, junto elementos que nos aproximan a sociedades que creíamos desmanteladas durante el siglo XX.
La defensa de la unidad de los estados, y de que estos sean grandes, tiene elementos racionales, pero al igual que los movimientos soberanistas, tiene elementos irracionales. También relacionados con el gregarismo y el sentido de identidad colectivo.
El independentismo tiene elementos muy racionales. El señor Tubeña puede compartirlos o no, los que somos soberanistas podemos estar o no equivocados. A mí no se me ocurriría elaborar una teoría sobre el sentido de dominancia entre los simios para entender porqué alguien que no pertenece a una parte del cuerpo social que quiere segregarse, quiere imponerle la pertenencia a este. Tampoco se me ocurriría explicar el rechazo a sumarse a la posición soberanista basado en una teoría neurológica sobre la aversión al cambio entre los primates.
A pesar de que esos elementos forman parte irracional de la toma de decisiones de los que defienden que los catalanes no podamos autodeterminarnos, lo correcto es asumir que trabajamos con seres racionales que dentro de sus limitaciones, miedos y condicionantes irracionales tomarán decisiones tan formadas como las nuestras, por mucho que estas no coincidan.
Pero sigamos con las declaraciones del profesor Tubeña.
cuando algunas demarcaciones grupales muestran una terquedad tan insistente para funcionar como aglutinantes de fracturas políticas serias hay que sospechar posibles raíces biológicas del fenómeno Alfred Tubeña, neurólogoEsta última frase contiene elementos que un científico debería analizar con cuidado “demarcaciones grupales que muestran una terquedad tan insistente”. En el apartheid se sorprendían que unas demarcaciones grupales mostraran una terquedad insistente en no ser un elemento secundario de la sociedad, el machismo durante años se ha sorprendido que una demarcación grupal mostrara una terquedad insistente en romper el dominio preponderante de una mitad de la población sobre la otra, los capitalistas del siglo XX les molestaba que una demarcación grupal de asalariados mostrara una terquedad insistente en luchar por unas condiciones laborales dignas, la iglesia católica se sigue sorprendiendo de la terquedad de una demarcación grupal por no ser considerados uno “desviados, unos viciosos y unos enfermos” y poder casarse o adoptar niños.
El hecho es que históricamente el poder establecido siempre se ha sorprendido de que una demarcación grupal luchara por algo que el propio poder establecido era reacio a ceder. Sea esa demarcación grupal un colectivo social con un interés de clase o un grupo social que quería fundar un estado.
Razones biológicas para organizarnos en grupos y actuar gregariamente existen. Y en parte esas razones biológicas explican porqué necesitamos una solución institucional como los estados-nación para romper la tendencia a atizarnos gratuitamente con el pueblo de al lado. Pero esas mismas razones biológicas pueden servir para explicar porqué los instrumentos de control de los estados-nación actuales son tan efectivos y porqué en poco tiempo los nuevos estados-nación que se crean se vuelven estables.
El mensaje de Tubeña es el siguiente, los independentistas son tercos, obstinados, incapaces de hacer un análisis racional y esto solo tiene una explicación, elementos de irracionalidad basados en la biología. Como neurólogo le cuesta entender dos cosas: que los elementos de irracionalidad juegan en doble dirección, lo que afecta a un grupo, afecta a otro (soberanistas y no soberanistas somos humanos), y que en un conjunto suficientemente grande de la población las explicaciones patologizantes no son suficientes.
Los elementos irracionales alrededor del gregarismo funcionan tanto para los que su tribu sean los catalanes, como para los que su tribu sean los españoles. Que yo sepa el concepto de España que se defiende o el españolismo político no se caracteriza por un internacionalismo, una amplitud de miras mundial mayor que el catalanismo político (no digo que sea a la inversa, ojo…). Querer emperrarse en hablar en castellano frente a un inglés mucho más predominante, ágil y más competitivo, tener elementos identitarios alrededor de España es tan racional o poco racional como tenerlos alrededor de Catalunya o querer hablar en catalán. Celebrar el 14 de abril, el día de la Hispanidad, el dos de mayo o el día de la Constitución es tan o tan poco racional como celebrar el Sant Jordi o el 11 de setembre, o ya que estamos el 1 de mayo o el 8 de marzo.
El hecho es no afrontar el problema político como lo que es
Este intento de patologizar las posturas políticas es una vuelta de tuerca más que intenta afrontar el conflicto catalán como algo parecido a una psicosis colectiva, no en una confrontación política legítima que realiza una parte de la sociedad española a las instituciones españolas.
Se ha pasado de “esto es culpa de la educación catalana”, “culpa de TV3″, se ha dicho que hemos fumado un gran porro colectivo, y ahora que somos un colectivo más tribal y gregario.
Pocas voces que no participan del proceso intentan analizarlo desde el punto de vista que está planteándose, el político y el sociopolítico. Las soluciones son institucionales. Por suerte no vivimos en la Alemania de 1934, en Italia de 1940 o en la URSS del 1948. Una minoría organizada, con sus instituciones, con capacidad de lucha y movilizada puede seguir actuando y generando un problema institucional de primer orden, por mucho que se quiera poner capas de tierra encima.
El intento de transformarlo en algo irracional intenta conseguir que el problema no se afronte de forma política. Si lo que demanda una parte de la sociedad en lugar de ser una legítima demanda política (acertada o no, compartida o no), es fruto de la manipulación o de un problema biológico y no político, la respuesta ha de ser o correctora (hemos de corregir esa manipulación con información [la buena, de verdad], o reeducación) o si responde a elementos irracionales, pseudopatológicos, hemos de responder a estos a través de ignorarlos si somos pacifistas o con terapia obligatoria si no lo somos.
Pero el problema político seguirá existiendo al vivir en democracia
El estado español tiene mucho poder, pero su bloqueo institucional no sale gratis a esas propias instituciones, y los intentos de patologizar los que defienden una postura política concreta no son tan efectivos como hace 50, 60 o 70 años.
Patologizarnos, transformarnos en esperpentos que han sido manipulados por la educación, decir que sufrimos alucinaciones no va a acallar el problema político. Tubeña, UPyD, VOX o el sector más rancio del poder político y mediático español puede dibujarnos como quiera, que el problema no se borrará.
Las patas de Goebbels hoy son más cortas, no se tiene el monopolio de la información, y actos de campaña como el de UPyD ilustran más la verdadera mentalidad de los organizadores que generar un efecto real.