Reverencia hacia la vida Osho

Por Soledad Suarez @marcelapaninni

Hay muchas personas que se dan cuenta de que están vivas solo cuando mueren. Cuando estaban vivas estaban tan ocupadas en tantas cosas que se olvidaron de la vida por completo. Se acordaron de ella solo cuando supieron que únicamente les quedaban unas cuantas respiraciones –el corazón se está hundiendo, solo quedan unos cuantos latidos más-, es en ese momento cuando comprenden: “Qué estúpido he sido. Toda la vida sencillamente ha pasado por mi lado. No he bebido de su vino, no he comido sus frutos, ni siquiera estoy familiarizado con su fragancia.
¿Cómo ha sido? Y ahora es demasiado tarde”.
¿Alguna vez le has dedicado un solo pensamiento? -que la misma idea de Dios como persona es una estupidez. En ninguna parte existe ningún Dios como persona, y todos esos templos, todas esas mezquitas, sinagogas e iglesias están vacías. Fabricadas por hábiles sacerdotes; no tienen nada que ver con la religión.
Jalil Gibran está en lo cierto cuando dice que tu vida cotidiana es tu templo. Aceptar este simple hecho –que tu vida diaria es tu templo y tu religión-, solamente comprender este simple hecho, va a ser una gran transformación. Entonces no puedes hacer muchas de las cosas que siempre has estado haciendo, porque –la tierra sagrada- está en todas partes y estás tratando con Dios en cada momento.
No puedes actuar de la vieja manera porque siempre estás actuando dentro del templo, y cada uno de tus actos es una oración. En cada momento estás rodeado por Dios. Sentirás su presencia incluso en tu esposa, en tu marido, en tu amigo, en tu enemigo, porque excepto Él, nadie más existe.
Hacer de toda la vida un templo, y de toda la vida una religión, es el único camino del auténtico buscador.
Él no va a mirar en los libros sagrados. Los libros son libros; ningún libro es sagrado ni tampoco profano. Léelos si disfrutas con la poesía; léelos si te gusta la prosa; léelos si te agradan sus mitologías –pero recuerda, ningún libro puede darte el sabor de la religión.
Sí, es posible que una flor pueda dártelo; un pájaro en vuelo; un árbol que se eleva en las alturas danzando al sol. Toda la existencia se convierte en tu libro sagrado: léelo, escúchalo, y poco a poco e darás cuenta de que estás rodeado por una energía de la que eras totalmente inconsciente.
Es casi como el pez que no sabe nada sobre el océano, porque nace en él. Era parte del océano, exactamente como una ola; no sabe nada del océano. El pez solo llega a conocer el océano cuando el pescador lo saca de él y lo tira en la arena caliente de la playa. Entonces sabe que ha perdido su auténtica casa a la que nunca había prestado atención. Ahora está sediento, intentando por todos los medios posibles volver atrás y saltar al océano. Fuera de él ha tomado consciencia de lo que ha perdido.
La gente solo presta atención a lo que pierde en el momento de la muerte, porque la muerte llega como el pescador, sacándole del océano de la vida. Según eres sacado de la vida, de pronto comprendes: “¡Dios mío! He estado vivo y nunca me había dado cuenta de ello. Podría haber bailado, podría haber amado, podría haber cantado, pero ahora es demasiado tarde”. La gente solamente lo aprecia en el momento en que están muriendo, que han estado continuamente rodeados por la energía eterna de la vida, pero que nunca han participado en ella. Tu vida cotidiana es tu templo y tu religión. Actúa con atención, actúa conscientemente, y muchas cosas empezarán a cambiar naturalmente.
Yo no tengo ninguna filosofía de no-violencia, pero sí un modo de vida que puedes llamar “reverencia hacia la vida”. Lo cual es una perspectiva totalmente distinta.
La no-violencia sencillamente dice no matar a otros. ¿Crees que eso es suficiente? Solo es una enunciación negativa: no matar a otros, no dañar a otros. ¿Es eso suficiente?
La reverencia hacia la vida dice compartir, ofrece tu alegría, tu amor, tu paz, tu dicha.
Lo que quiera que puedas compartir, compártelo.
Si eres reverente hacia la vida, se convierte en un culto.
Entonces sientes que Dos está vivo en todas partes.
Observar un árbol se convierte en culto. Dar de comer a un invitado se vuelve un culto.
Y no estás complaciendo a nadie, no estás haciendo un servicio; simplemente estás disfrutando.
Todo niño nace bello, pero según va creciendo comienza a aprender formas de cómo ser feo, cómo ser competitivo, celoso, violento, destructivo, agresivo. Poco a poco pierde todo contacto con la vida porque ha perdido su reverencia hacia ella.
Si me preguntas, diré que la religión es reverencia hacia la vida. Y si no tienes reverencia hacia la vida, no puedes concebir nada de la existencia –los árboles, los pájaros y los animales- como distintas expresiones de la misma energía. En el origen somos hermanos y hermanas de los animales, de los pájaros y de los árboles; y si empiezas a sentir esta hermandad, descubrirás el primer sabor de lo que la religión es.
Ningún hombre es una isla, todos somos parte de un vasto continente. Existe variedad, pero eso no nos hace separados. La variedad hace más rica la vida –parte de nosotros está en los Himalayas, parte de nosotros en las estrellas, parte de nosotros en las rosas. Una parte de nosotros en el pájaro en vuelo, una parte de nosotros en el verde de los árboles. Nos extendemos por todas partes. Experimentarlo como una realidad transformará todo tu planteamiento sobre la vida, transformará cada uno de tus actos, tu propio ser.
Estarás lleno de amor; lleno de reverencia hacia la vida. Por primera vez, según mi opinión, serás verdaderamente religioso –no un cristiano, no un hindú, no un musulmán, sino verdaderamente, puramente religioso.
La palabra religión es hermosa. Viene de una raíz que significa unir a aquellos que por ignorancia se han separado; juntarlos, despertarlos para que puedan ver que no están separados.
Entonces no puedes herir ni siquiera a un árbol. Tu compasión y tu amor serán exactamente espontáneos –no cultivados, no parte de una disciplina. Si el amor es una disciplina, es falso, si la no-violencia es cultivada, es falsa. Si la compasión es alimentada, es falsa. Pero si llegan espontáneamente sin ningún esfuerzo por tu parte, entonces tienen una realidad tan profunda, tan exquisita…
¿Nunca has experimentado un momento de amor, de oración, de beatitud? Jamás me he cruzado con un ser humano que sea tan pobre. ¿Nunca has escuchado el silencio de la noche? ¿Nunca te has estremecido con él? ¿Nunca has visto salir el sol en el horizonte? ¿Nunca has sentido algo así como una profunda interrelación con la salida del sol? ¿Nunca has sentido más vida dentro de ti, derramándose a raudales por todas partes? Quizá por un momento… ¿Nunca has tomado la mano de un ser humano y algo ha empezado a fluir de ti hacia él y de él hacia ti? ¿Nunca has experimentado cuando dos espacios humanos se superponen y fluyen el uno en el otro? ¿Nunca has visto una rosa y olido su fragancia?, ¿y de repente eres transportado a otro mundo?
Estos son momentos de oración.
Y cuando desde el mismísimo principio cada niño es educado con reverencia hacia la vida –reverencia hacia los árboles porque están vivos, reverencia hacia los animales, hacia los pájaros, ¿crees que semejante niño pueda ser un día un asesino? Será casi inconcebible.
Y si la vida es alegre, llena de canciones y danzas, ¿crees que alguien deseará suicidarse? El noventa por ciento de los crímenes desaparecerán automáticamente; solo el diez por ciento puede que permanezcan, los que son genéticos, los que necesitan hospitalización –pero no cárceles, prisiones, no personas para ser sentenciadas a muerte. Eso es todo tan feo, tan inhumano, tan demencial.
Reverencia hacia la vida no significa únicamente reverencia hacia la vida de los demás.
También incluye, además, reverencia hacia tu propia vida.
La vida debería alcanzar profundidad, y la reverencia hacia la vida debería ser la única religión en el mundo.
No existe división entonces y el hombre puede ser sanado.
Es un gran reto para la humanidad futura.
Por eso sigo insistiendo en que deberíamos cortar con el pasado –estaba totalmente enfermo.
El hombre ha vivido una vida muy enferma porque ha creado una filosofía muy enferma, y la ha seguido muy en serio. Deberíamos romper con esa enfermedad, por muy respetable y antigua que sea, y redescubrir la totalidad del hombre. Y eso solamente puede hacerse cuando nos sumemos a la alegría con reverencia, cuando la festividad se convierta en una profunda reverencia; y cuando la reverencia no te conduzca hacia la muerte, hacia la renuncia, sino hacia el regocijo, la danza, la celebración.
OSHO