Revista literaria: estaciones

Publicado el 20 abril 2019 por Carlosgu82

REVISTA LITERARIA CARATULA MES ABRIL Nº2

LUNES: Espacios de construcción, producción, trabajo y estilo propio.

 LA Promoción y Prevención de la Salud Psíquica y Mental en un CAPS (Centro de Atención Primaria de  Salud Comunitaria).

ESTAMOS ACOSTUMBRADOS AL Modelo Médico Hegemónico. Esto hace que se llegue a un Centro de Salud desde la patología. Parece extraño pensar que, por ejemplo, un espacio de la Sala esté destinado a la prevención y promoción de salud. Y desde la salud.

La escritura y la lectura, el espacio elegido para realizar producciones subjetivas, propias, desde el propio  estilo, y respetando el de los demás.

En este lugar queremos construir un clima agradable, de trabajo, por eso es el nombre de taller, porque es un sitio para trabajar, para producir, para crear y recrear.

Sorprenden las bellas producciones que es tan agradable escuchar, en lo posible, leídas por sus propios autores. Quién mejor para dar la entonación necesaria, la acentuación justa.

El ambiente es cálido, luminoso, invita a escribir, a pensar, inventar. Reinventar, recrearse, reinventarse; más aún para las mujeres hoy, donde asistimos a un cambio de paradigmas, o bien el cual conviven varios.

Lo actual nos llama y nos convoca a dar respuestas diferentes, diversas, ante la diversidad. Aceptar que han cambiado los hechos y la interpretación de los mismos. Que lo que ya parecía instituido y naturalizado no lo es tal. Que estamos frente a una disparidad de emociones y sentimientos, más fluidos, más líquidos, menos estables.

¿Qué significa una amistad a través del Facebook?, ¿puede existir?, ¿es real?….. Lo virtual, ¿es real?

Lo que sí sabemos es que los acontecimientos llegan, de un lugar a otro del planeta de manera ágil, rápido, en el instante en que está aconteciendo. Esto no significa que pueda procesarse de la misma manera que cuando los tiempos son otros.

El tiempo es necesario, la espera también. El cálculo, el filtro, el estar frente a otro viendo su real, y no aquello que idealizamos, aquel brillo con que lo emponderamos.

Ese lunes, María llegó a sesión un poco más tarde de lo acostumbrado, raro en ella, ya que era siempre muy puntual. Tampoco contaba con el dinero de la sesión, segunda cuestión que llama la atención a su analista, ya que siempre traía el dinero justo en una billetera especial, sólo para el dinero de su análisis.

No se la veía bien, más allá que confundía su semblante radiante. O al menos eso era lo que parecía. A poco de comenzar a asociar, su analista marcó algunos fallidos, y María contó las pesadillas que estaba teniendo. Viajes en los que un avión despegaba y ella no llegaba a tiempo para tomarlo, ómnibus que se confundían, gente apurada, que iba y venía, perdían el tren.

Su analista le preguntó simplemente si se despertaba al tener estos sueños. María negó con la cabeza. Seguía durmiendo, un sueño muy profundo, y que era cada vez mayor en cuanto a pesadillas que la involucraban, y no podía despertar. No había escape, no había soluciones, salidas posibles.

¿Cómo va la relación con ese hombre que me comentó? –preguntó el analista. María sintió una opresión en el pecho y que se le angostaba la garganta. Sintió angustia, que se siente en carne viva. El cuerpo la padece, no sólo los pensamientos.

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, hasta que estalló en un llanto profundo, con congoja, suspiros y temores.

-No va, dijo María, ya fue.

-¿Tan pronto?- preguntó el analista, ¿cuántos días llevaban?, ¿llegaron al mes?….

-No, respondió María, treinta, cuarenta días…. Menos que “9 semanas y media”… dijo, levantando la mirada hacia su analista con una sonrisa de complicidad, recordando a la película homónima.

-Y él me lo dijo, continuó María, sólo que yo no lo quise o no lo pude escuchar. El me dijo que supo cómo había que tratar a una mujer a partir de ver cómo el protagonista masculino de dicha película trataba a la mujer. El sabía qué quería una mujer, le dijo, casi al comienzo de la relación.

-¿Y usted qué dijo?

-Que no estaba de acuerdo con lo que él pensaba. La película llegó a darme asco cuando la ví, odié a ése personaje masculino y me conmovió ella, esa mujer, el sufrimiento, la sugestión por la que fue llevada, tratada como un objeto, mientras a él le sirviera, luego la desecharía como a un resto. Primero la seducción, el atraparla, la cacería de la presa, luego el enganche, un mal enganche, cero enamoramiento, menos amor. El era un canalla, un perverso, un fetichista, a ella la salvó su angustia, que le operó como motor, señal de alarma para irse.

-¿Tan complicado fue?

-No, dijo María, se veía alivio en esa mujer…

-¿Y en usted?….

María se tomó un tiempo para contestar. Pidió a su analista un vaso con agua, no podía tragar y su boca estaba totalmente seca. Sintió un poco de asfixia, por lo que aflojó el pañuelo que tenía alrededor de su cuello.

-Ya estoy mejor. Lloro por lo que no fue, por lo que no pudo ser, por el imposible, que aparece en mis sueños, porque nunca llego….

-Nunca no, a veces. (Aseveró el analista).

-Sí, es verdad, dijo María, a veces…

-Cuando aparece un hombre en su vida…

-Un hombre…. (María hizo una mueca de cinismo), ponele…. Como dicen ahora los chicos.

-Un??????…..

-Sí, ¿son hombres?, ¿elijo hombres, o niños, desvalidos, solos, desalineados, grotescos, que maltratan de alguna manera, indigentes, nunca tienen una casa, independencia económica, termino poniendo yo no sólo mi parte sino también la del otro. Cargo con un hombre.

-Hoy no tengo el dinero para pagarte, te lo tendré que pagar la próxima….

-Y llegaste más tarde,-le dijo su analista, comenzando a tutearla, fue un giro calculado, pasar del usted al vos.

-Sí….

-¿Y todo eso por un… ¿hombre?…..

María quedó en silencio. Inmediatamente pensó en las pesadillas que tenía, en el peso, en lo pesado, en las cargas, en el gordo, en su falta de cuidados, en su torpeza, en sus groserías, en su pornografía que él creía erotismo.

Sí, la decisión ya estaba tomada. Ella también explotó, como la protagonista femenina de 9 semanas y media, sólo que antes, más saludable.

-¿Seguimos la próxima?, sonó la voz de su analista.

-Sí. Dijo María de manera contundente.

Sabía que necesitaba de ese espacio, de su análisis, de preguntarse por qué estos enganches repetitivos con prácticamente todos los hombres que habían pasado por su vida.

-No quiero victimizarme, quiero preguntarme qué me pasa con esto.

-Me parece mu-Me parece mu bien, dijo su analista, y la despidió hasta la próxima sesión.

Mientras esperaba que llegara el ascensor, y antes de que su analista cerrara la puerta del consultorio, María, se volvió y le dij0o:

-AH!, no te conté, comencé un taller literario en la sala del barrio. Por ahora somos solamente mujeres, y un grupo pequeño. Salen temas interesantes, uno fue justamente éste, lo que me pasó con este tipo… No soy la única…. No soy original…. Sonrieron ante la ocurrencia.

El ascensor ya estaba allí, María se subió y se quedó pensando en lo pesados que son algunos tipos.

MARTES:  

“CUANDO SE SUFRE POR LO QUE NUNCA SE HA TENIDO”

Sufrimiento, sufrimos, sufrir….

Y más sufrimientos, sacrificios, muerte subjetiva, mortificaciones….

Hay una idea de pérdida de un supuesto paraíso perdido, que en realidad nunca existió, es una ilusión, casi una alucinación pero no patológica, sino visceral, de los orígenes, del comienzo de la existencia, del existir, que queda como un origen perdido, y a perder.

Quien no puede perder algo de esto, inevitablemente sufre, sufrirá. Buscará constantemente paraísos perdidos, ilusiones banas, idealizaciones necesarias para sostener un brillo fálico a quien no lo tiene. Sostener en un pedestal a quien en realidad está más debajo del piso. Habrá puro principio de placer y poco de realidad, exceso de fantasías, y la inevitable conmoción fantasmática en algún momento de su vida, en muchos momentos de su vida, y en diferentes relaciones, no sólo de pareja, de trabajo, con amigos, hijos, familia, etc.

La mujer, lo femenino, tiene mucho de masoquismo, de culpa, de reproche. Tiene ese algo que lo instituye y constituye como un goce sin límite, sin freno, con excesos. Y a esto muy pocos lo entienden. Hay como un dejo de nostalgia que se confunde con depresión, con melancolía, aunque haya algo de melancolización, de entregarse a una posición de objeto.

A poner el cuerpo, y a padecerlo, tener un cuerpo, ser un cuerpo, desprenderse, dolor de órgano. Son algunas de las situaciones que aparecen en la vida cotidiana y también en las consultas psicológicas…. Y psiquiátricas, además de neurológicas, y todas las especialidades posibles, porque cuando no hay palabras, frases, construcciones, expresiones, ocurre lo qiue se llama “holofrase” o frase de una sola palabra que no se desarrolla, no se desenrolla, y genera padecimientos en el cuerpo, con zonas erógenas o erogeneizadas que se transforman en dolor, en callos, estar callados, dureza, rigidez, ataques de angustia, de pánico, de miedo, de horror.

El cuerpo habla por lo que no dicen las palabras, en sus zonas catectizadas, complicidad somática sobre donde se asienta la “enfermedad”, porque ya será tratada como patología, sin escucha. Una transferencia sin analista, sin escucha, que pueda subjetivar estos fenómenos e historizarlos.

Carla no era justamente de esas chicas muy femeninas ni que pudieran detenerse a sufrir por algo o por alguien, parecía que todo le resbalaba. Nada ni nadie parecía conmoverla, se defendía a capa y espada, había jurado que nada en la vida la haría sufrir, ni quejarse, ni molestarle. Se alejaba de todo y de todos los que pudieran serle “tóxicos”, como ella misma los definía.

-Es una cuestión de piel, respondía, cuando alguna de sus amigas o su propia familia le preguntaba por qué aceptaba o rechazaba tan rápidamente a alguien o a algo.

-¿Cómo te das cuenta?, ¿qué sentís?, ¿qué pensás?

-Nada, me sale, es intuitivo, decía Carla. Una cuestión de piel. (No le importaba cuántas veces lo repitiera, y jamás se había detenido a repensar en dicha frase).

Una vez tuvo que enfrentar una situación que la superó. Nada de sus herramientas, recursos ni mecanismos de defensa les sirvieron para hacerle frente.

Cayó en la cama con mucha fiebre, la temperatura no le bajaba de los 39, 40 grados, a pesar de los antifebriles que había tomado, los baños que se había dado, los paños con agua fría, y hasta una receta de la abuela de ponerse un pañuelo con vinagre en el estómago, y una masa de harina y agua hecha por la propia abuela que le colocaba en la “panza”, y sacaba hirviendo….

No podía decir qué le pasaba, no podía tragar, no se definía el diagnóstico, que confundía al médico clínico.¿ Anginas?, no, ¿Laringitis?, no, ¿Gripe?, no…… y así agotó millones de diagnósticos y antibióticos, y remedios. Era algo que parecía no tener cura, no ceder.

Una de sus amigas más íntimas la vino a visitar. En un momento de un alto estado febril, Carla dijo un nombre, entre sueños, entre termómetros calientes, entre paños de agua y vinagre, entre masas hechas por la abuela…. Su amiga acercó el oído para escuchar mejor. Carla se abatía ansiosa, nerviosa, parecía estar luchando o peleando con alguien.

Una erupción comenzó a marcar su blanca piel. Manchas rojizas, se descartó cualquier enfermedad cutánea: ni herpes, ni sarampión, ni varicela, ni rubeola, ni vitíligo…

Las manchas, la fiebre, la erupción, como lava de volcán, se debían a ese nombre de varón que Carla repetía y se estremecía.

Su amiga entendió de quién se trataba, de qué se trataba. Habían estado cursando una materia con un compañero muy violento, un canalla, un perverso, un obsecuente de algunos profesores y detractor de otros. Habían discutido mucho por algo con Carla, él se había burlado de ella, cínicamente, con soberbia, torpeza, falta de caballerosidad, repugnante….

-Es repugnante, le había dicho Carla a su amiga en cuanto lo vió, cara de sapo.

-¿Cómo te das cuenta?, le había preguntado su amiga.

-No sé, es algo que tengo, como una intuición.

-¿No será un prejuicio? Porque es feo, gordo, desagradable, se viste mal, tiene mal olor, siempre se está quejando y enojado, con el gesto adusto.

-¿Te das cuenta que él ya se cree analista?, que siempre cree que se las sabe todas, que tiene una página más que el libro, que se cree la gran cosa…. Y es una gran bola de grasa… y sudor… maloliente…. No son prejuicios, creéme, con este tipo vamos a tener problemas, en la cursada, me da mala espina, no le creo, no le tengo confianza, es oscuro, esos ojos saltones que miran con odio, resentimiento agresión, agresividad, quiere lucirse cuando habla, modula la voz, como un disertante, arma un personaje, es un “como sí”….

Divide a la gente, se hace el seductor, seguro que es un cagador. No me gusta, es una cuestión de piel, dijo una vez más Carla, y comenzó a no querer ir a la materia que cursaban con este siniestro personaje.

Se había producido entre ellos una agresividad especular de odio muy fuerte, y Carla no se sentía segura, por primera vez su fantasma vaciló, y nada le servía para superarlo. Pero tampoco podía decir mucho más, no sabía de qué se trataba, sólo podía repetir es una cuestión de piel.

Aquel día en que se decidió a ir a la facultad, a la materia en que tendría a este compañero, se vistió con mucha furia, no podía seguir acumulando faltas porque este gordo de mierda se le había atravesado en su camino.

Después de todo no había tantas opciones para elegir una comisión, y había una sola cátedra.

No quiso decirle nada al profesor, porque temía que fuera peor. Estaban viendo un tema de Lacan muy difícil y el profesor explicaba muy bien, además de dar otras referencias bibliográficas y contextuales que ayudaban mucho a entender este tema en Lacan. Pero el gordo interrumpía a cada rato. El profesor demasiado pacífico y paciente, aunque el gordo meaba afuera del tarro. Y no faltaba nunca, el puto. Pensaba Carla.

Cuando, en un momento, el profesor, escribe una fórmula lacaniana en el pizarrón y la está explicando, analizando, desmenuzando, el gordo se mete a opinar, cualquier cosa, cualquier delirio, interrumpe al profesor, que debe decirle que eso corresponde a otro momento de Lacan, que ahora están en éste, y no quiere confundir a la clase.

Carla, llena de furia, explotó. El gordo la miró con cara displicente, y masculló algo, “loca”, tal vez fue la palabra, o algo así…. Carla no lo toleró, el profesor se dio cuenta de la situación y como faltaban unos diez minutos para terminar la clase, dijo que dejarían ahí para retomar la próxima, dio lugar a preguntas, que por supuesto el gordo copó con su decir, y terminó la clase diciendo que en la próxima volverían sobre el tema, y las dudas o preguntas que hayan quedado o las que surjan. Pidió por favor que fueran a la fuente, que leyeran a Lacan, no importaba si no entendían nada, o si eso les parecía, ya lo irían desentrañando.

Todos salieron y se fueron de la clase. Carla tomó sus cosas con mucha torpeza, le temblaban las manos, le sudaban, quería escupir en la cara a ese gordo chancho de mierda. Cuando se iba, escuchó que el gordo se acercaba al profesor tratándolo de igual a igual y le llevaba unas hojas escritas por él, alcanzó a escuchar algo sobre una tesis o tesina, que el gordo ya estaba armando para el momento de recibirse. Antes que los demás. Quería ser el primero, el único, el mejor.

-Gordo pedante, dijo Carla, por lo bajo, y salió. El gordo dejó los papeles en manos del profesor y salió hasta el pasillo por el que Carla iba caminando.

-¿Qué me dijiste, pendeja de mierda?….Te voy a desfigurar la cara. A mí nadie me insulta, ¿sabés?… Y andá a contarle a tu papito que un compañero te quiere pegar, borrega, y van a ser dos los desfigurados en tu familia, pendeja cheta, malnacida, nenita de mamá.

El profesor quedó pasmado. No pudo decir nada. Sólo se limitó a preguntarle a este gordo si él estaba en análisis, y le aseguró que leería y le haría las correcciones pertinentes a su tesis.

El gordo lo miró con bastante odio también a él

-¿Analizarme?, claro que me analicé, con uno de los mejores analistas de Argentina, y tengo un fin de análisis y un pase…. Otorgado y aprobado por X Escuela…..

-Esa pendeja se tiene que analizar, pero ni para eso le sirve la guita que deben tener sus papitos….

-Noto algo bastante agresivo en Usted, le dijo el profesor, sin querer ponerse en analista, pero no pudiendo dejarlo pasar…

-Mirá, le dijo el gordo tuteándolo al ayudante de prácticos, a vos te falta caminar mucho todavía, y no sé si hice bien en darte a vos para leer mi tesis…

El profesor le devolvió las hojas, y le dijo: -Sí, creo que se la tendría que acercar al titular de Cátedra, o al Adjunto, a alguien que pueda estar a la altura de su nivel, de lo que puede llegar a estar trabajando, porque se nota que es mucho, y usted participa mucho en clases, debe concurrir a grupos de estudio, ¿no?

-Por supuesto, hace más de 20 años que tengo un grupo de excelentes analistas, de renombre internacional con quienes nos juntamos todas las semanas…

-Claro, es conveniente, entonces, que se remita a ello. Dijo el ayudante de prácticos, tomó sus cosas y se fue.

El gordo quedó solo en el aula, con las hojas de su supuesta tesis en las manos.

Corolario de su vida.

LUNES: Espacios de construcción, producción, trabajo y estilo propio.

 LA Promoción y Prevención de la Salud Psíquica y Mental en un CAPS (Centro de Atención Primaria de  Salud Comunitaria).

ESTAMOS ACOSTUMBRADOS AL Modelo Médico Hegemónico. Esto hace que se llegue a un Centro de Salud desde la patología. Parece extraño pensar que, por ejemplo, un espacio de la Sala esté destinado a la prevención y promoción de salud. Y desde la salud.

La escritura y la lectura, el espacio elegido para realizar producciones subjetivas, propias, desde el propio  estilo, y respetando el de los demás.

En este lugar queremos construir un clima agradable, de trabajo, por eso es el nombre de taller, porque es un sitio para trabajar, para producir, para crear y recrear.

Sorprenden las bellas producciones que es tan agradable escuchar, en lo posible, leídas por sus propios autores. Quién mejor para dar la entonación necesaria, la acentuación justa.

El ambiente es cálido, luminoso, invita a escribir, a pensar, inventar. Reinventar, recrearse, reinventarse; más aún para las mujeres hoy, donde asistimos a un cambio de paradigmas, o bien el cual conviven varios.

Lo actual nos llama y nos convoca a dar respuestas diferentes, diversas, ante la diversidad. Aceptar que han cambiado los hechos y la interpretación de los mismos. Que lo que ya parecía instituido y naturalizado no lo es tal. Que estamos frente a una disparidad de emociones y sentimientos, más fluidos, más líquidos, menos estables.

¿Qué significa una amistad a través del Facebook?, ¿puede existir?, ¿es real?….. Lo virtual, ¿es real?

Lo que sí sabemos es que los acontecimientos llegan, de un lugar a otro del planeta de manera ágil, rápido, en el instante en que está aconteciendo. Esto no significa que pueda procesarse de la misma manera que cuando los tiempos son otros.

El tiempo es necesario, la espera también. El cálculo, el filtro, el estar frente a otro viendo su real, y no aquello que idealizamos, aquel brillo con que lo emponderamos.

Ese lunes, María llegó a sesión un poco más tarde de lo acostumbrado, raro en ella, ya que era siempre muy puntual. Tampoco contaba con el dinero de la sesión, segunda cuestión que llama la atención a su analista, ya que siempre traía el dinero justo en una billetera especial, sólo para el dinero de su análisis.

No se la veía bien, más allá que confundía su semblante radiante. O al menos eso era lo que parecía. A poco de comenzar a asociar, su analista marcó algunos fallidos, y María contó las pesadillas que estaba teniendo. Viajes en los que un avión despegaba y ella no llegaba a tiempo para tomarlo, ómnibus que se confundían, gente apurada, que iba y venía, perdían el tren.

Su analista le preguntó simplemente si se despertaba al tener estos sueños. María negó con la cabeza. Seguía durmiendo, un sueño muy profundo, y que era cada vez mayor en cuanto a pesadillas que la involucraban, y no podía despertar. No había escape, no había soluciones, salidas posibles.

¿Cómo va la relación con ese hombre que me comentó? –preguntó el analista. María sintió una opresión en el pecho y que se le angostaba la garganta. Sintió angustia, que se siente en carne viva. El cuerpo la padece, no sólo los pensamientos.

Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, hasta que estalló en un llanto profundo, con congoja, suspiros y temores.

-No va, dijo María, ya fue.

-¿Tan pronto?- preguntó el analista, ¿cuántos días llevaban?, ¿llegaron al mes?….

-No, respondió María, treinta, cuarenta días…. Menos que “9 semanas y media”… dijo, levantando la mirada hacia su analista con una sonrisa de complicidad, recordando a la película homónima.

-Y él me lo dijo, continuó María, sólo que yo no lo quise o no lo pude escuchar. El me dijo que supo cómo había que tratar a una mujer a partir de ver cómo el protagonista masculino de dicha película trataba a la mujer. El sabía qué quería una mujer, le dijo, casi al comienzo de la relación.

-¿Y usted qué dijo?

-Que no estaba de acuerdo con lo que él pensaba. La película llegó a darme asco cuando la ví, odié a ése personaje masculino y me conmovió ella, esa mujer, el sufrimiento, la sugestión por la que fue llevada, tratada como un objeto, mientras a él le sirviera, luego la desecharía como a un resto. Primero la seducción, el atraparla, la cacería de la presa, luego el enganche, un mal enganche, cero enamoramiento, menos amor. El era un canalla, un perverso, un fetichista, a ella la salvó su angustia, que le operó como motor, señal de alarma para irse.

-¿Tan complicado fue?

-No, dijo María, se veía alivio en esa mujer…

-¿Y en usted?….

María se tomó un tiempo para contestar. Pidió a su analista un vaso con agua, no podía tragar y su boca estaba totalmente seca. Sintió un poco de asfixia, por lo que aflojó el pañuelo que tenía alrededor de su cuello.

-Ya estoy mejor. Lloro por lo que no fue, por lo que no pudo ser, por el imposible, que aparece en mis sueños, porque nunca llego….

-Nunca no, a veces. (Aseveró el analista).

-Sí, es verdad, dijo María, a veces…

-Cuando aparece un hombre en su vida…

-Un hombre…. (María hizo una mueca de cinismo), ponele…. Como dicen ahora los chicos.

-Un??????…..

-Sí, ¿son hombres?, ¿elijo hombres, o niños, desvalidos, solos, desalineados, grotescos, que maltratan de alguna manera, indigentes, nunca tienen una casa, independencia económica, termino poniendo yo no sólo mi parte sino también la del otro. Cargo con un hombre.

-Hoy no tengo el dinero para pagarte, te lo tendré que pagar la próxima….

-Y llegaste más tarde,-le dijo su analista, comenzando a tutearla, fue un giro calculado, pasar del usted al vos.

-Sí….

-¿Y todo eso por un… ¿hombre?…..

María quedó en silencio. Inmediatamente pensó en las pesadillas que tenía, en el peso, en lo pesado, en las cargas, en el gordo, en su falta de cuidados, en su torpeza, en sus groserías, en su pornografía que él creía erotismo.

Sí, la decisión ya estaba tomada. Ella también explotó, como la protagonista femenina de 9 semanas y media, sólo que antes, más saludable.

-¿Seguimos la próxima?, sonó la voz de su analista.

-Sí. Dijo María de manera contundente.

Sabía que necesitaba de ese espacio, de su análisis, de preguntarse por qué estos enganches repetitivos con prácticamente todos los hombres que habían pasado por su vida.

-No quiero victimizarme, quiero preguntarme qué me pasa con esto.

-Me parece mu-Me parece mu bien, dijo su analista, y la despidió hasta la próxima sesión.

Mientras esperaba que llegara el ascensor, y antes de que su analista cerrara la puerta del consultorio, María, se volvió y le dij0o:

-AH!, no te conté, comencé un taller literario en la sala del barrio. Por ahora somos solamente mujeres, y un grupo pequeño. Salen temas interesantes, uno fue justamente éste, lo que me pasó con este tipo… No soy la única…. No soy original…. Sonrieron ante la ocurrencia.

El ascensor ya estaba allí, María se subió y se quedó pensando en lo pesados que son algunos tipos.

MARTES:  

“CUANDO SE SUFRE POR LO QUE NUNCA SE HA TENIDO”

Sufrimiento, sufrimos, sufrir….

Y más sufrimientos, sacrificios, muerte subjetiva, mortificaciones….

Hay una idea de pérdida de un supuesto paraíso perdido, que en realidad nunca existió, es una ilusión, casi una alucinación pero no patológica, sino visceral, de los orígenes, del comienzo de la existencia, del existir, que queda como un origen perdido, y a perder.

Quien no puede perder algo de esto, inevitablemente sufre, sufrirá. Buscará constantemente paraísos perdidos, ilusiones banas, idealizaciones necesarias para sostener un brillo fálico a quien no lo tiene. Sostener en un pedestal a quien en realidad está más debajo del piso. Habrá puro principio de placer y poco de realidad, exceso de fantasías, y la inevitable conmoción fantasmática en algún momento de su vida, en muchos momentos de su vida, y en diferentes relaciones, no sólo de pareja, de trabajo, con amigos, hijos, familia, etc.

La mujer, lo femenino, tiene mucho de masoquismo, de culpa, de reproche. Tiene ese algo que lo instituye y constituye como un goce sin límite, sin freno, con excesos. Y a esto muy pocos lo entienden. Hay como un dejo de nostalgia que se confunde con depresión, con melancolía, aunque haya algo de melancolización, de entregarse a una posición de objeto.

A poner el cuerpo, y a padecerlo, tener un cuerpo, ser un cuerpo, desprenderse, dolor de órgano. Son algunas de las situaciones que aparecen en la vida cotidiana y también en las consultas psicológicas…. Y psiquiátricas, además de neurológicas, y todas las especialidades posibles, porque cuando no hay palabras, frases, construcciones, expresiones, ocurre lo qiue se llama “holofrase” o frase de una sola palabra que no se desarrolla, no se desenrolla, y genera padecimientos en el cuerpo, con zonas erógenas o erogeneizadas que se transforman en dolor, en callos, estar callados, dureza, rigidez, ataques de angustia, de pánico, de miedo, de horror.

El cuerpo habla por lo que no dicen las palabras, en sus zonas catectizadas, complicidad somática sobre donde se asienta la “enfermedad”, porque ya será tratada como patología, sin escucha. Una transferencia sin analista, sin escucha, que pueda subjetivar estos fenómenos e historizarlos.

Carla no era justamente de esas chicas muy femeninas ni que pudieran detenerse a sufrir por algo o por alguien, parecía que todo le resbalaba. Nada ni nadie parecía conmoverla, se defendía a capa y espada, había jurado que nada en la vida la haría sufrir, ni quejarse, ni molestarle. Se alejaba de todo y de todos los que pudieran serle “tóxicos”, como ella misma los definía.

-Es una cuestión de piel, respondía, cuando alguna de sus amigas o su propia familia le preguntaba por qué aceptaba o rechazaba tan rápidamente a alguien o a algo.

-¿Cómo te das cuenta?, ¿qué sentís?, ¿qué pensás?

-Nada, me sale, es intuitivo, decía Carla. Una cuestión de piel. (No le importaba cuántas veces lo repitiera, y jamás se había detenido a repensar en dicha frase).

Una vez tuvo que enfrentar una situación que la superó. Nada de sus herramientas, recursos ni mecanismos de defensa les sirvieron para hacerle frente.

Cayó en la cama con mucha fiebre, la temperatura no le bajaba de los 39, 40 grados, a pesar de los antifebriles que había tomado, los baños que se había dado, los paños con agua fría, y hasta una receta de la abuela de ponerse un pañuelo con vinagre en el estómago, y una masa de harina y agua hecha por la propia abuela que le colocaba en la “panza”, y sacaba hirviendo….

No podía decir qué le pasaba, no podía tragar, no se definía el diagnóstico, que confundía al médico clínico.¿ Anginas?, no, ¿Laringitis?, no, ¿Gripe?, no…… y así agotó millones de diagnósticos y antibióticos, y remedios. Era algo que parecía no tener cura, no ceder.

Una de sus amigas más íntimas la vino a visitar. En un momento de un alto estado febril, Carla dijo un nombre, entre sueños, entre termómetros calientes, entre paños de agua y vinagre, entre masas hechas por la abuela…. Su amiga acercó el oído para escuchar mejor. Carla se abatía ansiosa, nerviosa, parecía estar luchando o peleando con alguien.

Una erupción comenzó a marcar su blanca piel. Manchas rojizas, se descartó cualquier enfermedad cutánea: ni herpes, ni sarampión, ni varicela, ni rubeola, ni vitíligo…

Las manchas, la fiebre, la erupción, como lava de volcán, se debían a ese nombre de varón que Carla repetía y se estremecía.

Su amiga entendió de quién se trataba, de qué se trataba. Habían estado cursando una materia con un compañero muy violento, un canalla, un perverso, un obsecuente de algunos profesores y detractor de otros. Habían discutido mucho por algo con Carla, él se había burlado de ella, cínicamente, con soberbia, torpeza, falta de caballerosidad, repugnante….

-Es repugnante, le había dicho Carla a su amiga en cuanto lo vió, cara de sapo.

-¿Cómo te das cuenta?, le había preguntado su amiga.

-No sé, es algo que tengo, como una intuición.

-¿No será un prejuicio? Porque es feo, gordo, desagradable, se viste mal, tiene mal olor, siempre se está quejando y enojado, con el gesto adusto.

-¿Te das cuenta que él ya se cree analista?, que siempre cree que se las sabe todas, que tiene una página más que el libro, que se cree la gran cosa…. Y es una gran bola de grasa… y sudor… maloliente…. No son prejuicios, creéme, con este tipo vamos a tener problemas, en la cursada, me da mala espina, no le creo, no le tengo confianza, es oscuro, esos ojos saltones que miran con odio, resentimiento agresión, agresividad, quiere lucirse cuando habla, modula la voz, como un disertante, arma un personaje, es un “como sí”….

Divide a la gente, se hace el seductor, seguro que es un cagador. No me gusta, es una cuestión de piel, dijo una vez más Carla, y comenzó a no querer ir a la materia que cursaban con este siniestro personaje.

Se había producido entre ellos una agresividad especular de odio muy fuerte, y Carla no se sentía segura, por primera vez su fantasma vaciló, y nada le servía para superarlo. Pero tampoco podía decir mucho más, no sabía de qué se trataba, sólo podía repetir es una cuestión de piel.

Aquel día en que se decidió a ir a la facultad, a la materia en que tendría a este compañero, se vistió con mucha furia, no podía seguir acumulando faltas porque este gordo de mierda se le había atravesado en su camino.

Después de todo no había tantas opciones para elegir una comisión, y había una sola cátedra.

No quiso decirle nada al profesor, porque temía que fuera peor. Estaban viendo un tema de Lacan muy difícil y el profesor explicaba muy bien, además de dar otras referencias bibliográficas y contextuales que ayudaban mucho a entender este tema en Lacan. Pero el gordo interrumpía a cada rato. El profesor demasiado pacífico y paciente, aunque el gordo meaba afuera del tarro. Y no faltaba nunca, el puto. Pensaba Carla.

Cuando, en un momento, el profesor, escribe una fórmula lacaniana en el pizarrón y la está explicando, analizando, desmenuzando, el gordo se mete a opinar, cualquier cosa, cualquier delirio, interrumpe al profesor, que debe decirle que eso corresponde a otro momento de Lacan, que ahora están en éste, y no quiere confundir a la clase.

Carla, llena de furia, explotó. El gordo la miró con cara displicente, y masculló algo, “loca”, tal vez fue la palabra, o algo así…. Carla no lo toleró, el profesor se dio cuenta de la situación y como faltaban unos diez minutos para terminar la clase, dijo que dejarían ahí para retomar la próxima, dio lugar a preguntas, que por supuesto el gordo copó con su decir, y terminó la clase diciendo que en la próxima volverían sobre el tema, y las dudas o preguntas que hayan quedado o las que surjan. Pidió por favor que fueran a la fuente, que leyeran a Lacan, no importaba si no entendían nada, o si eso les parecía, ya lo irían desentrañando.

Todos salieron y se fueron de la clase. Carla tomó sus cosas con mucha torpeza, le temblaban las manos, le sudaban, quería escupir en la cara a ese gordo chancho de mierda. Cuando se iba, escuchó que el gordo se acercaba al profesor tratándolo de igual a igual y le llevaba unas hojas escritas por él, alcanzó a escuchar algo sobre una tesis o tesina, que el gordo ya estaba armando para el momento de recibirse. Antes que los demás. Quería ser el primero, el único, el mejor.

-Gordo pedante, dijo Carla, por lo bajo, y salió. El gordo dejó los papeles en manos del profesor y salió hasta el pasillo por el que Carla iba caminando.

-¿Qué me dijiste, pendeja de mierda?….Te voy a desfigurar la cara. A mí nadie me insulta, ¿sabés?… Y andá a contarle a tu papito que un compañero te quiere pegar, borrega, y van a ser dos los desfigurados en tu familia, pendeja cheta, malnacida, nenita de mamá.

El profesor quedó pasmado. No pudo decir nada. Sólo se limitó a preguntarle a este gordo si él estaba en análisis, y le aseguró que leería y le haría las correcciones pertinentes a su tesis.

El gordo lo miró con bastante odio también a él

-¿Analizarme?, claro que me analicé, con uno de los mejores analistas de Argentina, y tengo un fin de análisis y un pase…. Otorgado y aprobado por X Escuela…..

-Esa pendeja se tiene que analizar, pero ni para eso le sirve la guita que deben tener sus papitos….

-Noto algo bastante agresivo en Usted, le dijo el profesor, sin querer ponerse en analista, pero no pudiendo dejarlo pasar…

-Mirá, le dijo el gordo tuteándolo al ayudante de prácticos, a vos te falta caminar mucho todavía, y no sé si hice bien en darte a vos para leer mi tesis…

El profesor le devolvió las hojas, y le dijo: -Sí, creo que se la tendría que acercar al titular de Cátedra, o al Adjunto, a alguien que pueda estar a la altura de su nivel, de lo que puede llegar a estar trabajando, porque se nota que es mucho, y usted participa mucho en clases, debe concurrir a grupos de estudio, ¿no?

-Por supuesto, hace más de 20 años que tengo un grupo de excelentes analistas, de renombre internacional con quienes nos juntamos todas las semanas…

-Claro, es conveniente, entonces, que se remita a ello. Dijo el ayudante de prácticos, tomó sus cosas y se fue.

El gordo quedó solo en el aula, con las hojas de su supuesta tesis en las manos.

Corolario de su vida.