Revivir | Oración por el hijo que nunca va a nacer

Por Yanquiel Barrios @her_barrios

De manera especial puedo decir que la vida que llevo me conduce a criterios, y una observación que podría hacerme pensar una sola cosa sobre la vida esta noche: el círculo en el que estamos envueltos en vivencias e historias que únicamente se vuelven recuerdo son inexplicables sucesos en mi pecho. Mi visión se nubla ante prejuicios puesto que no logro entender qué ocurre a mi alrededor con tanta blasfemia, y humanidad. El amor se ha vuelto una banalidad. No logro perder el criterio propio, busco una pregunta que haga entender razones que provienen de lo desconocido.
No tengo nada que decir.
No hay mucho que decir.
Necesito más.
Más tragedia.
Vivencia
Resucitación.
Dentro mío sólo hay moscas que Leonora quiere devorar.

Por: Isela Hernandez

Oración por el hijo que nunca va a nacer

Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.

Por: Luis Rogelio Nogueras