Stephane Hessel reivindica una revolución pacífica contra la tiranía del mercado y sólo puedo estar de acuerdo con esta afirmación. Todas las expresiones de violencia son éticamente reprobables y merecen el rechazo absoluto de la ciudadanía; no me cabe ninguna duda. Sin embargo, desde la izquierda no podemos hacer el juego por más tiempo a quienes se están sirviendo de episodios concretos para deslegitimar el movimiento 15M, apelando, como hace siempre la derecha, a valores como la democracia, la seguridad y el orden. Coincido con José Luis Sampredro cuando pide a los jóvenes que no recurrran a la violencia porque tienen toda la razón, pero insisto no caigamos en la trampa de quienes quieren presentar los actos de protesta contra los abusos del modelo capitalista como acciones de guerrilla urbana, haciendo de la excepción una norma. Artur Mas pide ahora un castigo ejemplar para los jóvenes que se concentraron ante el Parlament, y c0n este discurso ha logrado eclipsar el debate sobre los recortes sociales que impulsa su Gobierno. La izquierda no puede equivocarse, asumiendo como propios los mensajes que le interesa explotar a la derecha. No deja de ser casual que las movilizaciones sólo tengan eco en los medios de comunicación cuando hay incidentes y tampoco podemos obviar que el desmarque del movimiento 15M antes estos episodios como los ocurridos en Catalunya apenas merece atención en prensa, radio y televisión. ¿Por qué será? Condena sin paliativos a la violencia como protesta, rotundamente sí, pero sin olvidar por ello que quienes enarbolan esta bandera también ejercen una violencia de guante blanco, que condiciona la vida de millones de personas, condenadas al desempleo o los desahucios. Ésta es la verdadera lucha de la izquierda; la otra ya la gestionan PSOE, PP y CiU, que han decidido que la mejora respuesta a los jóvenes indignados es más policía y no más derechos políticos y sociales, que es junto lo que reivindican.