Revoluciones de la conciencia

Por Alexpeig

Por lo visto, cuanto he hecho durante los últimos diez años de mi vida me ha separado de la política. Avanzaba sobre la dudosa premisa de considerar al ser humano como un "no-social" que debía construir su mundo a partir de la nada. Y un buen hombre me lo advirtió en una ocasión, que me quedaría completamente solo por causa de mi terquedad. El pronóstico no tuvo un cumplimiento estricto y pude seguir respirando junto con otras almas perdidas al tiempo que nunca, en el fondo, me he desligado del colectivo del que formo parte a pesar de todo. "Estoy empezando a perder mi humanidad", es un pensamiento fantasmal que invade mis adentros en un instante pasajero, sintomático de mi esfuerzo en buscar un equilibrio entre mi egoísmo y la natural disposición al compromiso con la sociedad. Hoy mismo escarbaba en mis adentros hasta dar con el ideario sobre el cual yo tengo realmente constancia de su validez de cara a un cierto bienestar, el que yo valoro, el que me ha hecho feliz. No es honesto constatar la felicidad de los demás utilizando el rasero personal, pero mi esperanza se apoya al fin y al cabo en la tradición. Pero antes de explicarlo veamos en un simple esquema las tendencias que marcarán el voto ciudadano de estas elecciones generales: la España bipartidista (PP-PSOE) todavía mayoritaria, los periféricos de siempre ( las minorías) y un movimiento crítico con esos ejes que hacen girar nuestra vida política desde hace más de treinta años que se hace llamar "Movimiento 15-M", "Democracia real" o de los "indignados". Esta última tendencia predica la abstención disfrazándola de una negación de o lucha contra el sistema vigente. Sin embargo, sus reivindicaciones, orientadas a la defensa de los valores de la "sociedad del bienestar" y de su aplicación desde la igualdad y la justicia, son hijas del mismo paradigma que alimenta al sistema bipartidista y a la casta de especuladores. Escupen soflamas del tipo de "los políticos no nos representan" cuando en realidad los políticos ( o los futbolistas, o los famosos que aparecen en la prensa rosa) son la imagen del éxito social y el bienestar configurada desde los valores del extremo materialismo que rige los mecanismos de esta sociedad. Un "indignado" no necesariamente es un hipócrita que señala la paja en el ojo ajeno teniendo una viga en el propio, podemos creer en la buena fe de la gente, pero desde luego es un ingenuo o sencillamente un envidioso (O tal vez "prefascistas", como comentaba nuestro queridísimo Fernando Sánchez Dragó en recientes declaraciones). Yo sólo creo en una Revolución: la Revolución psicológica, un cambio profundo de las conciencias y en las costumbres ahora predominantes, concepción estimulada desde mi temprana adolescencia gracias a la lectura del libro Le matin des magiciens, de Pauwels y Bergier. Un cambio de paradigma. Es por eso que hoy he sentido una gran alegría al releer El Manifiesto contra la muerte del Espíritu y de la Tierra, imprescindible exaltación de necesidad y esperanza en la mano y el corazón de Javier Ruiz Portella. Léanlo sin falta y tómense el tiempo necesario para su comprensión. Suscribo prácticamente todo cuanto allí queda expresado, ello es en buena parte el argumento principal que inspira el rompecabezas de las Cybercrónicas. Lo leí por primera vez hace unos seis años, me llamó la atención porque concordaba con mis inquietudes, pero no sabía que años después me sentiría tan implicado - en la vivencia sobre el terreno íntimo de mi imaginario - en esa construcción del sentido. No necesitamos a los políticos y a los hipócritas, y la indignación tiene el mismo valor que el berrinche de un niño malcriado (doy fe de ello). Necesitamos SENTIDO.