La caída de los dictadores egipcio y tunecino tienen en común el hecho de que no se han debido tanto a las protestas populares como a la repercusión mediática de las mismas, razón por la que Gadafi trata a toda costa de blindar sus fronteras a los periodistas.
Estos tiranos, al igual que el de Marruecos, han estado sostenidos por occidente como una forma de frenar el fundamentalismo, incluso el del pirado libio, por lo que no es de extrañar la tibia (y vergonzosa) respuesta de los gobiernos, del mismo modo que otros sátrapas, en especial en iberoamérica, fueron sostenidos tiempo atrás para detener el avance del comunismo.
Lo que no sabemos es cómo va a explotar esta olla a presión, que, al menos en el caso de libia, tiene un aspecto realmente malo.