Revuelta en Egipto

Publicado el 16 febrero 2011 por Enlahistorioteca
Hemos asistido estos días a la revuelta popular en Egipto que ha desembocado en la caída de Mubarak. El mundo mira con atención lo que allí ocurre porque este país ha sido a lo largo de la historia un referente no sólo para el mundo musulmán, sino también para los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo y se trata de predecir cuáles serán las consecuencias que la revuelta egipcia provocará en otros países.En el post anterior hablábamos de la globalización y de cómo a menudo se olvida la contribución que los diferentes territorios no occidentales hicieron en su desarrollo y precisamente esa marginación en el proceso de modernización explica en buena medida la situación actual del Tercer Mundo y la tensión entre oriente y occidente. Veamos a qué me refiero.Siguiendo a Amin Maalouf (del que ya hablamos anteriormente) hay un hecho decisivo en la historia de la humanidad que transformó las relaciones internacionales para siempre: el surgimiento de Occidente. A lo largo de los últimos siglos éste ha sido un hecho sin precedentes ya que se ha convertido tanto en el plano material como en el intelectual en la civilización de referencia para el mundo entero. Todas las demás han sido marginadas, reducidas a la condición de culturas periféricas, amenazadas con la desaparición.No importan ahora las razones por las que este surgimiento se produjo (si a alguien le interesa el tema lo podremos abordar en otro post). Lo que importa es que entre los siglos XVI y XVIII el predominio de occidente se hizo irreversible: “su ciencia se convirtió en la ciencia, su medicina en la medicina, su filosofía en la filosofía y desde entonces el movimiento de concentración y estandarización no se ha detenido”.Es cierto que en el pasado hubo momentos en que una civilización parecía cobrar ventaja sobre las demás, no hablo de países sino de civilización en un término más amplio, pero nunca hasta llegar al punto de lo que ocurrió con occidente, porque en el momento en que occidente despegó el resto empezó su declive de un modo que puede parecer irreversible.“Un comienzo de respuesta a este fenómeno es que en ese momento la humanidad estaba madura para la eclosión de una civilización mundial. De modo que hoy occidente está en todas partes. Desde hace quinientos años, todo lo que influye de un modo duradero en las ideas de los hombres, en su salud, su paisaje o su vida cotidiana es obra de occidente: el capitalismo, el comunismo, el fascismo, el psicoanálisis, la ecología, la electricidad, el avión, el automóvil, la bomba atómica, el teléfono, la televisión, la informática…Para los habitantes de cualquier zona del planeta, toda modernización significa occidentalización. Esta realidad no la viven del mismo modo los que han nacido dentro de la civilización dominante que los que han nacido fuera. Para ellos, aún cuando el proceso haya provocado entusiasmo, el proceso no se ha desarrollado nunca sin cierta amargura, sin un sentimiento de humillación y negación.”¿Ha contribuido occidente a que así sea? Veamos el ejemplo de Egipto.Ya a finales del siglo XVIII el mundo musulmán mediterráneo empezó a tomar conciencia de la distancia creciente que lo separaba de occidente. Un hito en el proceso de toma de conciencia fueron las campañas de Napoleón, tras la que muchas personas se preguntaron por qué del retraso acumulado y de qué manera podía solventarse.
El virrey de Egipto, Muhammad Alí, tenía claro que la única manera de acercarse a Europa era imitarla. Comenzó un ambicioso plan de reformas que llegó muy lejos. Llevó a Egipto médicos, filósofos, técnicos europeos con el fin de incorporar sus conocimientos a su país. En pocos años Egipto era una potencia regional respetada y admirada incluso desde Europa que empezó a verlo como un peligro. Las potencias europeas se coaligaron para frenar su ascenso y mandaron incluso una expedición militar común. Detrás de estas decisiones hubo razones geopolíticas que hacían que, por ejemplo, a Inglaterra les interesase más un territorio débil en su camino a la India que un país fuerte y moderno.“Una de las conclusiones que los países árabes extrajeron del episodio fue que occidente no quiere que los demás se le parezcan; quiere sólo que le obedezcan”.Quedó muy claro para ellos que la modernización era una necesidad, que por ser urgente no les permitía abordar el proceso con la serenidad y el tiempo, siglos, que le había llevado a occidente y además, al mismo tiempo, sentían que debían defenderse de ese occidente en plena expansión y a menudo prepotente.Ante esta situación, la respuesta que los países musulmanes mediterráneos adoptaron no fue el radicalismo religioso sino el nacionalismo. En nombre de la patria se alcanzó la independencia y se gobernó en esos países durante muchos años. Uno de estos gobernantes, el más importante, fue egipcio, era Nasser. Nasser se convirtió en un símbolo para toda una generación no sólo en Egipto sino en todo el mundo musulmán. Era además abiertamente antiislamista. Cuando trataron de asesinarlo él mandó ejecutar a varios cabecillas.Fue cuando dirigentes nacionalistas como Nasser se encontraron en una vía sin salida, por sus fracasos militares, por la incapacidad de resolver los problemas derivados del subdesarrollo, por la poca colaboración de occidente, cuando una parte de la población volvió su vista a los discursos de radicalismo religioso y en algunos de ellos llegaron al poder.Lo que está pasando estos días en Egipto, coloca de nuevo a este país en la mira de sus vecinos que esperan expectantes ver qué ocurre, qué sucede, cómo reacciona occidente. De nuevo Egipto intenta apostar por la modernización, pidiendo democracia. Veremos cómo se sale de este momento histórico que marcará el futuro de otros países musulmanes.