LUIS BRITTO GARCÍA.
Sacaron del pesebre a la mula y el buey, que ningún daño hacían, pero a los Reyes Magos nadie los saca. 1Sacaron del pesebre a la mula y el buey, que ningún daño hacían, pero a los Reyes Magos nadie los saca. Y eso que los menciona un solo evangelista, Marcos; que no los llama Reyes, y que para colmo les atribuye las sospechosas profesiones de magos y de astrólogos, que según la Ley de Vagos y Maleantes de la Cuarta República acarreaban prisión en El Dorado (Marcos: 2,3). Añadamos el sospechoso detalle de que los supuestos Reyes le van con el cuento a otro Rey, Herodes el Grande, quien los manda a Belén a localizar al Redentor, y luego ordena exterminar a todos los niños (Marcos: 2,28). Otro rey Herodes, Antipas, manda ejecutar a San Juan Bautista (Mateo 14:3-12; Mexoa 6:17-29) y figura con Pilatos entre los perseguidores de Cristo (Actas 4:27). Quien crea que la autoridad de los monarcas es conferida por Dios y ejercida en su nombre que levante la mano. Entre Reyes te veas. 2
En vano busco en los polvorientos volúmenes de la Historia y las amarillentas Enciclopedias un solo Rey que haya hecho un descubrimiento que nos haga menos ignorantes o tomado una iniciativa que consuele de nuestros infinitos males. Sólo encuentro déspotas que dilapidan el trabajo de sus súbditos en obras inútiles, como Keops; arrasan el género humano, como Alejandro Magno, o matan de hambre a su pueblo, como el zar Alejandro. La idea de que alguien puede explotar y asesinar a los demás impunemente en nombre de Dios es irrespetuosa para la deidad y sólo pudo ocurrírsele a un abusador. 3
Si los reinos se heredan por derecho de sangre ¿Cuánta es necesaria para alegar tal título? Suponiendo que sea legítimo que un Rey atormente a todo un país, su hijo tiene sólo la mitad de sus genes y de ese derecho; su nieto, la cuarta parte; su biznieto, la octava; su tataranieto, la dieciseisava y así hasta que en pocas generaciones el supuesto heredero posee menos de un milésimo de los originarios genes reales, e igual participación en el poder. Y eso que desde el destape, nadie sabe quién es hijo de quién, o de qué. 4
Los genes y las virtudes reales se diluyen con el tiempo. Soberano belicoso, testarudo y enérgico fue Carlos V; su hijo Felipe II salió incansable trabajador que llevó sobre sus hombros la administración de un Imperio; luego se sucedieron en el trono de España lamentables cretinos que abdicaron el gobierno en favoritos; terminaron por ser incapaces de reproducirse e hicieron indispensable la importación de un Rey francés Borbón. Esta rama generó uno o dos déspotas ilustrados; en un siglo sus retoños habían decaído en la comparsa de esperpentos que retrata implacablemente Goya. De la sangre real, la endogamia sólo preserva los defectos. 5
Se alega que a partir de las Revoluciones Burguesas cumplen los reyes una función decorativa. Repase el lector una colección de fotos reales y confiéseme con toda sinceridad si no haría mejor papel cualquier candidata a Miss Princesita. Nadie tiene la culpa de ser feo, pero por lo regular los reyes abusan. No hablemos de la fealdad moral del rifle de alta potencia para masacrar elefantes o de la comedieta de soberanía en países ocupados por bases de la OTAN. 6
El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente decía Lord Acton. Con los años acumulan los monarcas arrugas, y también corruptelas, que a diferencia de las arrugas se heredan. Doce transnacionales y 36 filiales integran el cartel Anglo-Holandés-Suizo, que domina y acapara la producción mundial de alimentos: las controlan el Cartel de Windsor y otras cinco casas reales (Jerónimo Guerra: “La escasez y el desabastecimiento como armas de destrucción masiva”; Rebelión, 24-02-2008). Los reyes no traen regalos de oro, incienso y mirra para los niños: arrebatan el pan a los recién nacidos entre los cuales pudiera estar el redentor del mundo ¿Cuándo los sacarán del pesebre?