Al observar los retratos de los cinco reyes españoles de la Casa de Austria-Augsburgo, desde Carlos I de España y V de Alemania en 1516 hasta Carlos II el Hechizado, muerto en 1700 y último de una dinastía añorada por los independentistas catalanes, se observa su fealdad creciente, de facciones poco agraciadas el primero, y de tróspido absoluto en el último.
Desde Tiziano a Velázquez, siete pintores reflejaron como resultado de la endogamia continuada en la familia la creciente de degradación física, su progresiva trospidez, precioso término popular que puede sustituir al de cretino.
Lo tróspido como expresión lo divulgó el autor del atractivo blog El Hermatocrítico tras oír una conversación en un bar de Carral, en La/A Coruña que no necesita traducción: “Pódeste casar coa túa prima, pero sáenche os fillos tróspidos”.
Enseguida se vinculó la trospidez a esos personajes a los que sus madres les buscan novias o novios en la televisión, y a gente así que, digamos, resulta algo lela o estólida.
Un equipo de prestigiosos genetistas de la universidad de Santiago de Compostela analizó la Casa de Austria, hasta 16 generaciones anteriores al Hechizado, y encontró que este rey parecía fruto de un incesto de primer grado.
No lo era. Era un tróspido resultante de una relación endogámica de muchas generaciones de primas y tíos que se reproducían entre ellos, y que degeneraron hasta ese infeliz.
Todas las casas reales europeas han sufrido similar problema de trospidez, incluso ahora, cuando ya las monarquías no necesitan enlazarse para ampliar o mantener sus reinos.
Todavía quedan belfos hipertróficos, fealdades varias y hemofilias, pero por fortuna para la realeza española el actual Felipe VI casó con plebeya de montaraz sangre asturiana, por lo que parece haber acabado con las endogamias borbónico-augsburgas.
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SALAS
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JAMES SKINNER
Como cada mes James Skinner vuelve en Hackwriters, la excelente revista literaria e informativa británica en red, a contar cómo ve España desde su nido en Vigo, aunque él es un isleño de donde reina Isabel II, que seguirá haciéndolo en la Escocia que podría declararse independiente.
James mira a España como esos entomólogos que analizan bichos con un sentido del humor muy británico. Ese análisis sobre España empieza con el caso de Gibraltar, otra vez Gibraltar.
Hay que leer a James con una sonrisa para entenderlo y, sobre todo, para entendernos a nosotros mismos, incluyendo la razón de nuestra cobardía ante los verdaderos peligros que tenemos delante y no queremos ver.