Siempre el mar.
Yo estaba desesperado como si ya no quedara otra vida,
como si el mundo fuera planoy mi sueño estuviera colgado de una pared
llagada.
Sí; el amor, la carne, el triste sueño. Yo no quería morir,
no quise llevar una flor transparente sobre el hombro pasajero;dejar de ser un pobre árbol sin jacintos.
(Mañana, cuando esté sereno, todo se me ha
de volver tonto; ya estoy sordode llevar mis ríos a un corredor;
de dirigirme a una frase viviente entre montañas,
a un vaso de café, a una canción, a toda una noche sin dormir.
Pero el amor es el amor,
Y yo tolero lo que me ayuda a ser diferente:silencio entre dos hojas, espacio entre los hombres.
Ricardo Molinari (Buenos Aires, 1998- 1996), El tabernáculo. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2019.