Hablado de datos puramente descriptivos el desierto es el ecosistema con más extensión en las tierras emergidas: su superficie total es de 50 millones de km, poco menos que un tercio de toda la superficie, lo que no esta nada mal. Hay varios tipos de desiertos pero el que tenemos todos en mente es el del tipo Sahara, un desierto de arena con dunas y con mínimas precipitaciones. El desierto ejerce sobre el ser humano una extraña atracción: cualquiera que haya estado os lo puede explicar (o no, por que a veces es difícil verbalizar según que cosas), la soledad, el silencio, la monocromía, el calor, el frío, el cielo, las estrellas o la Luna son elementos que
Richard Francis Burton (1821-1890)
el desierto parece que amplifique de manera notable. Una muy buena definición de desierto se la debemos al viajero Richard Francis Burton que en su libro Viaje a Medina y La Meca. Las fotografías son de Yann Arthus-Bertrant.
“[...]El corazón te late dentro del pecho solo con plantearte la posibilidad de medir tus limitadas fuerzas con el poder de la naturaleza y salir triunfante de la prueba. Esto explica el proverbio árabe que dice: “Viajar es vencer”. En el desierto, aun más que en el océano, la muerte esta bien presente; hay problemas, y abordajes, y naufragios, en soledad, no en medio del gentío, como dicen los persas, “la muerte es una fiesta”, y esta sensación de peligro, nunca ausente, dota al escenario del viaje de un interés añadido.
Si hay algún viajero que piensa que exagero, que se desvié de la carretera de Suez una hora o dos y galope hacia el norte allende los arenales; en medio de ese silencio sepulcral, de esa desolación fantasmagórica, podrá percibir lo que puede llegar a ser el desierto.[...]
En estas circunstancias, el pensamiento se deja influir por el cuerpo. Aún que la garganta te quema y tienes la piel reseca, no te sientes cansado como en un clima húmedo; tienes lo pulmones limpios, la vista penetrante, la memoria despierta, y te sientes eufórico; la fantasía y la imaginación se desbordan, y tanto la sequedad como la sublimidad de los paisajes que te envuelven excitan todas las energías del espíritu, tanto si es a causa del esfuerzo, como del peligro o la tensión. Te animas; te vuelves franco y cordial, hospitalario y resoluto; la cortesía hipócrita y las otras servitudes de la civilización quedan atrás, en la ciudad. Los sentidos se te agudizan; no te hacen falta otros estimulantes que el aire libre y el ejercicio (en el desierto, la bebidas espirituosas no provocan sino malestar). Te regocijas en los aspectos puramente animales de la vida. El hambre te hace ingerir los platos más indigestos, encuentras la arena más blanda que un colchón de plumas, y la pureza del aire expulsa toda una malsana cohorte de enfermedades. Es así como gente de un sexo u otro, de cualquier edad, desde el espíritu más práctico hasta el más fantasioso, el ciudadano corriente, el rector, la solterona, el estudiante capacitado, la criatura enviciada por la civilización, todos sienten como se les henchía el corazón, los pulsos baten con fuerza, mientras que desde la altura de los dromedarios contemplan la magnificencia del desierto.“
Richard F. Burton fue un explorador, político, traductor y orientalista ingles nacido en 1821 y muerto en 1890. Este texto lo he sacado del extraordinario libro llamado Relato personal de un peregrinaje a Medina y la Meca, en donde se cuenta el viaje que hizo disfrazado de derviche primero y de afgano después hacia los santos lugares del Islam. Es un retrato etnológico de primer orden en donde se nos muestra el mundo árabe del siglo XIX. Esta es su notable definición, en contraste con la occidental, de la tranquila vida del mundo árabe.
“Esto es árabe kaif: saborear nuestra existencia animal; disfrutar pasivamente de los sentidos y nada más; un lánguido complaciente, una tranquilidad soñolienta, hacer castillos en el aire, que en Asia ocupan el lugar de la vida agitada, intensa y apasionada de Europa. Es consecuencia de una naturaleza alegre, impresionable y excitable, y de una exquisita sensibilidad temperamental; demuestra una tendencia a la voluptuosidad del todo desconocida en las regiones septentrionales, donde la felicidad se encuentra ejerciendo tanto las facultades mentales como las físicas; donde Ernst ist das Leben [es una cita de Friedrich Schiller "ernst ist das Leben, heiter ist die Kunst” (“seria es la vida, alegre es el arte”)]; donde la tierra avara hace que la cara te sude constantemente, mientras que un aire gélido y húmedo te pide una excitación continua, o ejercicio, o cambios, o aventuras, o disipación, a falta de nada mejor. En Asia, el hombre no quiere sino descanso y sombra: en los márgenes de un tranquilo riachuelo, o debajo de un árbol fragante, es absolutamente feliz, fumando una pipa, o sorbiendo una taza de café, o tomando un vaso de leche helada, pero por encima de todo turbando el cuerpo y la mente tan poco como se pueda; el alboroto de una conversación, el enojo de los recuerdos y la vanidad de los pensamientos son las interrupciones mas inoportunas de este kaif. ¡No es extraño que kaif nos sea completamente intraducible!”
Fuente: Richard Francis Burton. Relat personal d’un pelegrinatge a Medina i la Meca. Quaderns Crema. 2003. Traducido por mí como buenamente he podido.