¿Reímos porque somos felices o somos felices porque reímos?Desde la Psicología de la Emoción se han elaborado diferentes teorías tratando de arrojar un poco de luz sobre esta incógnita y otras parecidas.Una de estas teorías, desarrollada por William James y Carl Lange, defiende que las emociones surgen como consecuencia de las reacciones fisiológicas que experimenta nuestro cuerpo ante determinadas situaciones. La experiencia emocional dependerá de cómo interpretemos nuestras reacciones ante esas situaciones. Siguiendo esta teoría, no reímos porque somos felices, sino que somos felices porque reímos. Como si el motivo de nuestra risa no importase en absoluto, como si nada tuviese que ver con la felicidad.La teoría de Cannon- Bard se ha mostrado completamente contraria a la de James-Lange defendiendo que las personas pueden experimentar reacciones fisiológicas asociadas a las emociones sin necesidad de sentir la emoción y sugiriendo que experimentamos las reacciones fisiógicas al mismo tiempo que sentimos la emoción.Inspirada en las dos anteriores, la teoría de Schachter-Singer, sostiene, por un lado, lo mismo que la de James-Lange, que las personas infieren sus emociones a partir de sus reacciones fisiológicas (no tienen miedo porque han visto algo terrorífico, sino porque se dan cuenta de que están temblando). Pero, por otro, se muestra de acuerdo con la teoría de Cannon-Bard al defender que reacciones fisiológicas similares provocan un amplio abanico de emociones.Vistas estas tres teorías, podemos concluir que ninguna de ellas responde a nuestra pregunta inicial. Quizá porque la mente humana es demasiado compleja para poder analizar los productos resultantes de nuestras sinapsis neuronales reduciéndolo todo a unas pocas variables. Somos el cómputo de todo lo que hemos experimentado con anterioridad y del modo cómo lo hemos interpretado. Algo nos causa dolor y podemos optar por llorar o por tragarnos las lágrimas. Y habrá quien se sienta triste, pero quienes, experimentando lo mismo, lo que sentirán será rabia, impotencia o incluso odio. No faltarán quienes rían al viento por no llorar ni quienes lloren de tanto reírse.La felicidad, como todo en la vida, es mucho mejor cuando es genuina, cuando se siente de forma natural, sin provocarla con artefactos de marketing, sin simularla para salir agraciados en las fotografías que luego colgamos en nuestras redes sociales.Muchas empresas confunden la creación de un buen clima de trabajo con la imposición a sus empleados de que sonrían constantemente, aunque por dentro estén echando humo por el estrés, por las horas extras no remuneradas, por la sobrecarga de responsabilidades no reflejadas en sus contratos o por los problemas para conciliar esas maratonianas jornadas de trabajo con su vida familiar. Para estas empresas, la teoría de James-Lange les viene como anillo al dedo: “Eres feliz porque sonríes”, aunque ni tú mismo sepas el porqué de tu propia risa.La historia y el cine están llenos de ejemplos parecidos que escenifican muy bien aquello de: “reír por no llorar”. Una de esas muestras la encontramos en la década de los años 20 en el siglo XX, bautizada como “los años locos” porque, pasada la 1ª Guerra Mundial, mientras muchas personas lo habían perdido todo y trataban de recuperarse como buenamente podían, a muchas otras personas no se les ocurrió otra cosa que aprender a bailar el charlestón y ponerse el mundo por montera. Otra muestra de esa felicidad más propia de enajenados que de personas realmente dichosas nos la brinda la película “La vida es bella”, en la que un padre intenta por todos los medios que su hijo sea feliz, pese a su condición de judíos en un campo de concentración nazi.Las distintas reacciones que podemos experimentar las personas cuando nos vemos desbordadas por los acontecimientos son impredecibles. Pero bailar, reír, tomar champán, vestir de forma frívola o contarnos cuentos, ¿son estrategias suficientes para desconectarnos de la realidad cuando ésta no nos resulta placentera? ¿Nos basta con reír para sentirnos felices o deberíamos aprender a atesorar buenos motivos por los que reír de verdad?
Estrella Pisa Psicóloga col. 13749