Falta menos de un mes para que se acabe el otoño, pero en muchos montes de la cordillera cantábrica y de los Picos de Europa todavía se puede disfrutar de la variedad de colores y sonidos de esta estación. Los pequeños arroyos que hace unos pocos meses estaban casi secos corren ahora ladera abajo alimentados con el agua de las últimas lluvias.
Las hojas de los robles, castaños y avellanos que llenaban de verde las orillas, se amontonan ahora en el suelo, atrapadas por las ramas y las rocas, mientras otras siguen el curso del río arrastradas por la corriente.
Aguas abajo, al suavizarse la pendiente, los ríos se ensanchan y las aguas se calman. Y las hojas que viajaban con la corriente ahora se mueven despacio, flotando ingrávidas sobre el fondo.
Video grabado en un afluente del Ríu Ponga (Asturies)
Pero en la Naturaleza nada se desperdicia. Millones de microorganismos y de insectos acuáticos, triturarán y descompondrán esas hojas, reintegrándo sus nutrientes a la cadena trófica. Y dentro de unos meses, las hojas verdes volverán a cubrir los árboles de las orillas. La vida no se detiene, solo cambia.