Hablaron de muchas cosas y revelaron de dónde les "nació" la pasión por fabular.
Los tres coincidieron en señalar a una persona fundamental de su infancia que les contaba cuentos, fabulaciones, romances... es decir, que azuzaba su imaginación.
Me divertía escucharlos.
Y hasta me atrevo a decir que en esa hora nació (al menos) el título de un cuento. O más de uno. Me refiero a los títulos.
"Deconstructing Cristina", apuntó David Roas.
"No, no, nada de inglés", se apresuró a decir Care Santos.
Y hubo un baile de títulos.
Y la imaginación volvió a dispararse.
Y yo pensé en otro, recordando un título clásico del gran García Hortelano: "El día en que David y Care descubrieron la deconstrucción de Cristina". O: "El día en que Cristina estuvo a punto de ser deconstruída por los susodichos".
En fin, que me lo pasé bien.
Luego, al ir regresando a casa, bajo un cielo amenazante...
recordé algunos episodios de la niñez. Los recodé frente al televisor, con las noticias.
De pequeña me desvelaba el misterio del Mar Rojo. Lo de que Moisés separase las aguas y demás no me parecía enteramente imposible. A fin de cuentas, a qué engañarnos, estaba familiarizada con las mareas, que, en su flujo y reflujo, dejaban vastas extensiones de franjas marítimas casi secas.
Otra cosa era lo del Mar Rojo.
Eso sí que me desvelaba. Literalmente, me impedía dormir. Intentaba imaginarlo pero era imposible. Ni siquiera acudiendo a las imágenes del Titanlux.
Y sin embargo, sin embargo...
Llegaba a casa procesando el discursode los cuentistas y recordando las fantásticas impresiones de la niñez, la mía...
(¿Por qué se habrá perdido esta palabra? Porque Infancia siempre me ha parecido demasiado solemne)
Conecto los informativos y....
Dicen que el Danubio está amenazado.
Saben mis alumnos de Romanticismo que estos días he andado con los Laberintos de Claudio Magris, que les he referido alguno de sus ensayos ("Melancolía y Modernidad", "Schiller, genio clásico de la modernidad anticlásica" o "Las alegrías del desclasado").
Y sin embargo, esta noche, voy a releer El Danubio.
Porque acaso ya no pueda viajar allí.