"Dicen que debo morir. Dicen que le robé el aliento a unos hombres y que ahora ellos deben robarme el mío. Supongo, entonces, que todos somos llamas de vela, brillantes de grasa, parpadeando en la oscuridad y en el aullido del viento, y en la quietud de la habitación escucho pisadas, pisadas espantosas que se acercan, que vienen a apagarme y sacarme la vida del cuerpo en forma de corona de humo gris. Me fundiré con el aire y con la noche. Nos apagarán a todos, uno a uno, hasta que quede únicamente su luz, bajo la que se ven ellos. ¿Dónde estaré yo entonces?"
Pocas veces puedo decir que he acertado con las lecturas de un viaje. Esta ha sido una de ellas, y los libros que me acompañaron durante kilómetros constituyeron por si mismos, otro viaje que igualaba a las propias vacaciones. Hoy traigo a mi estantería virtual, Ritos funerarios.
Conocemos a Agnes, condenada a muerte por el asesinato de dos hombres espera la ejecución de su sentencia en casa de un alguacil y su familia mientras desgrana su historia al joven ayudante de un pastor, que intenta comprenderla.
Dicho así, el resumen de esta obra es más bien pobre, por eso me voy a explicar un poquito más.
Este libro nos cuenta la historia de la última condenada a muerte en Islandia. Se trataba de una zona tan pobre, que la mujer tuvo que ser custodiada en una casa en la que las ventanas en lugar de cristales tenían vejigas y apenas se sabía lo que era el café. En un pueblo que no sólo era frío, sino que tuvo que esperar a poder conseguir un hacha y un verdugo para ejecutar una sentencia. Un pueblo temeroso de Dios, pero que también conocían de la superstición y en el que las historias corrían a la misma velocidad que los fríos vientos del invierno. Esta historia nos habla de una casa y de su propietario, que fallecería asesinado junto a un amigo en un crimen que se intentó ocultar con fuego y del que fueron acusados tres criados, mirados como monstruos por las gentes temerosas de ver en ellos alguna marca del diablo. Y es aquí, en este frío país, en este pueblo y en esta casa en la que viven el alguacil, su mujer y sus dos hijas, el lugar en el que se desarrolla la historia.
Contada a tres voces, escucharemos a Agnes, al joven ayudante que no sabe si está preparado para ayudarla y también al narrador que todo lo ve para saber las reacciones de esa familia ante la situación que les es impuesta. Desprovista de todo sentimentalismo fácil, conocemos a esta mujer y su historia sabiendo ya el desenlace y preguntándonos lo que realmente sucedió aquella noche. Pero eso sólo al principio. Pronto nos vemos atraídos por la situación y nos arrimamos al fuego de una vieja chimenea para escuchar resguardándonos del frío y la miseria humana. Empezamos a vivir y a escuchar igual que hace la familia del alguacil en una pequeña estancia y nuestras impresiones cambian, para terminar estando atentos a cada palabra, a cada pensamiento, a cada reacción. Incluso deja de importarnos si es culpable, la que nos importa es ella y como vive cada uno de los momentos que le restan de una cuenta atrás anunciada. Letra a letra, semana a semana avanzamos a su lado por una novela que me ha parecido tan abrumadora como fascinante. No penséis que es un libro triste, no busca que tengamos el corazón encogido sino relatarnos una historia de un modo sencillo. Y posiblemente eso sea lo que la convierte en una gran novela.
Y vosotros, ¿sois de los que leéis cuando vais de viaje?
Gracias