El primero relato, Instantánea, me atrae porque tiene un tono de amenaza constate y funciona a raíz de una premisa interesante y perturbadora como es el robo de los recuerdos. Pero creo que se alarga demasiado porque, desde el que se puede considerar como desenlace narrativo del relato hasta su conclusión, hay excesivas páginas sobrantes por delante para contar muy poco. No le quita mérito a lo expuesto, pero hace que pierda efecto en esa prolongada vuelta a la calma.
En el segundo texto, Cargado, al que no se puede poner mácula estructuralmente por su dominio de los espacios temporales y de los personajes, percibo que tiene demasiado relleno para detallar lo escaso que cuenta (casi resumido a cruentas escenas y reivindicación múltiple). Veo muchos personajes que no muestran una función clara o importante para la historia, y da más para el lucimiento narrativo del autor. Reconozco que es contundente y efectivo en su mensaje, un supuesto héroe que detiene un tiroteo hasta que se profundiza en sus antecedentes turbios, enfrentado a una periodista que perdió a su hermano por brutalidad policial. Pero me aleja del mismo la intención moralista. Siendo yo contrario a las armas, su acceso, venta o uso, evidentemente está encaminada a resultar una crítica social sobre la situación de Estados Unidos para con las minorías, ese abuso policial y proliferación de balas con hambre de odio. Y, de nuevo, se me hace largo.
El tercero de los relatos, En el aire, es el mejor a mi gusto, con sus altibajos. Parte de una raíz maravillosa: cómo un paracaidista fortuito y contra su voluntad aterriza en una nube que resulta algo bien diferente y no quiere dejarlo marchar. Y aunque luego extravía parte de ese factor sorpresa y se convierte en un paseo más plano y lento, intentando una forzada identificación con el protagonista que no consigue, y que es castigado con cientos de trabas tan maquiavélicas como inocentes dentro del misterio, remonta con el final, que deja en el paladar visual y sensorial una imagen lovecraftiana sobrecogedora. Pero solo si sabes y quieres ver.
La cuarta y última pieza, Lluvia, de nuevo tiene un arranque pleno de imaginación y destino nefasto; cómo una lluvia que debiera dejar agua cae imparable y sangrienta con esquirlas de unos cristales muy peculiares (fulgurita), exterminando a toda forma de vida fuera de cubierto por donde pasa la nefanda nube negra (que de inicio asocio con el nimbo del anterior relato). Desde ahí, y con la tristeza de la protagonista que inicia un viaje de redención a ninguna parte, transcurre dicho periplo mostrando que, por grande, anormal o extravagante que sea la catástrofe, el peor horror lo provoca el género humano con sus egoísmos y miserias. Eso sí, el final resuena escandaloso y sorpresivo para bienes.
Me queda mal cuerpo al hacer esta crónica. Ya no me gustó Fuego, que veo como un Frankenstein de otras muchas obras. Ahora, donde tanto me impresionó y motivó a mejorar mi escritura con sus relatos (y hay que diferenciar relatos de novelas cortas, que son de lo que tratamos aquí), he quedado frío, sin sentir. Siendo buena prosa y buena literatura, no transmite. No llega ni llena. Y aunque tiene este juntaletras mi confianza, la susodicha mengua. Con todo, es una compilación que será disfrutada por la gran mayoría, pena no ser parte, en verdad. Y quizá sea porque el género engaña; no hablamos de terror o ciencia ficción puros, sino de drama con elementos cruentos o paranormales. Culpa de mis expectativas y gustos. De ahí puede venir mi pequeña desilusión. Pero, aun conociendo esta crónica (hecha por un perturbado, sin duda), lo leería.
Pd: las conclusiones del propio autor al final del texto, contando la concepción de sus textos (todos mis halagos para los que escriben a mano), son lo opuesto a esta seudo reseña…