Alonso de la Hoz, un peregrino descreído y pragmático que se ve forzado a hacer el Camino de Santiago a causa de un juramento, tampoco entiende por qué debe cruzar este pueblo ignoto como paso ineludible para obtener la codiciada Compostela.
Cuando su curiosidad le lleve a sumergirse en los oscuros secretos de la villa, lo pagará caro enfrentándose a la superstición y al lado oculto de la fe. Solo entonces descubrirá que hay cosas que nos vigilan escondidas más allá de la razón humana.
CRÓNICA DESDE LA GALICIA NO TAN PROFUNDA
Tenía ganas de esta novela en concreto por volver a mis raíces, tanto de nacimiento como en ese arraigo lector por el horror incognoscible, pues me intuía reminiscencias quizá lovecraftianas, quizá de otros clásicos oscuros. Y salté de cabeza al texto.
Galicia y su mitología, costumbres y tiempos (de relojes o meteorológicos), que pesan casi más como protagonistas, en esa atmósfera de leyendas, que la misma trama. Además, acompaña el lenguaje, los dialectos, el tono suave con acento. No solo por la pulcritud del narrador, sino también en el respeto a esa tierra madre, sus gentes y tradiciones.
Ya pronto el protagonista, Alonso, un peregrino de incierto motivo camino de Santiago, se adentra en esa comarca atemporal que orbita alrededor del pueblo oculto, núcleo y centro de lo rural; un micromundo preservado. Y el que su primer encuentro sea con la Menciñeira, figura chamánica, augura el tono y sentido de la obra. Porque meigas, haberlas, haylas.
Ya en la aldea, y sin conocer el trauma que ha conducido a los personajes principales por su aventura que ahora confluye (desenreda esa madeja de motivaciones poco a poco y usando la coherencia), se perfilan los caracteres de las diferentes fuerzas vivas en contraposición, aferrados a sus hábitos, ajenos a lo externo. Temerosos de Dios (cualesquiera que este sea) y del mismo miedo.
Y una serie de pistas poco sutiles, de naturaleza creciente y tan violenta como la misma naturaleza, desembocan en un conflicto irresoluble que lleva a la desconfianza, a la voz del cacique. A la consabida e inevitable quema de brujas, que suele ser quema de inocentes. El momento para posicionarse y tomar decisiones, para encontrar la verdad, empezando por uno mismo.
Alonso duda, entre sus sueños recurrentes, el monstruo que atisba en el pueblo, la necesidad de fuga.
Pero se aguarda la sorpresa, la revelación, el enfrentamiento final. El regreso del pasado al asalto del presente (junto con los orígenes del peregrino). Mantiene el suspense capítulo a capítulo, la incertidumbre por esas decisiones y asociaciones de cada cual, creando una simiente para el giro hacia la oscuridad total.
El encuentro.
La batalla.
Contra lo imposible.
Que se sufre…
Destaca esta obra por el uso valiente, implicado y escogido de la segunda persona narrativa (en partes muy concretas, el resto utiliza la tercera, no se asuste nadie), que te sumerge e implica de lleno. Junto a su impecable prosa y capacidad de transportarte a esa era, que podría ser el ahora en cualquier valle o en el centro de un algún bosque donde no cuenten los años, tan perdido como escondido.
Una novela de lectura suave como la marea de la mañana, sin imperfecciones. No me ha defraudado la intuición ni el autor, otro para mi lista de seguimiento.
Nos quedan preguntas provocadas:
¿Es insignificante el hombre?
¿Es perpetua la creencia y el numen?
Tendréis que leer para conocer las repuestas. ¡Venid a esta Galicia primigenia y ancestral!
Pd: si ya de por sí me encantan los epílogos en mi bicefalia lector-escritor, este me sacia…
Pd 2: ya tengo morriña…