CRÓNICA DE UN LECTOR SORPRENDIDO Y TRASTORNADO.
Retorno con el segundo tomo de Terrores y Errores sabiendo que, con mi querencia al terror y las buenas impresiones del primer volumen, en esta continuación transgresiva me encontraría en mi verdadero elemento lector, pues adoro que intenten sorprenderme, agitarme, alterarme, provocarme y desafiarme. Y lo experimento con el verbo e intención aquí perpetrados, los cuales no dejan indiferente. Pues consiguen afectar y dejar un poso tras la lectura, que vuelvas a ellos, que la psique se rebele y revele. O quizá sean ellos los que regresan a ti desde el ancla de tu memoria. ¿Nunca habéis soñado en pesadilla con leer un libro tan terrorífico que, una vez cerrada la página, esa consabida contraseña de seguridad entre autor y lector, no termine el pánico y la historia continúe viva? A ello.
Pero hay que pararse primero en el sublime y desprestigiado uso de la segunda persona narrativa, el mejor recurso para los cuentos de terror (tiene su riesgo y produciría un artículo largo y un debate aún más extenso su empleo, ya que polariza el estilo). Una herramienta peligrosa porque requiere una precisión de cirujano, y no cualquiera es apto para su osado manejo. O una primera persona cómplice, afín, seductora, que se mete bajo tu piel por empatía del miedo, que casi está pidiendo ayuda. Cuando aquí se usa la tercera, suele ser mentirosa y guardar trampa. Eso, y los viajes, sean oníricos, lisérgicos o eclécticos.
Todos los relatos son inmersivos, te hablan a ti. Aquí vemos muestras de una evolución que merece la pena experimentar en sus pequeñas píldoras por el colapso de sensaciones ofrecidas por cada autora y autor. Y no será fácil elaborar sinopsis y comentarios breves sobre estos relatos, porque cada uno propone misterios dignos de resolver en una charla entre dementes que espero tengamos, por lo que me perdonarán si yerro alguna interpretación o me permito alguna licencia psicodramática; disculpas de antemano. Me dejo de cháchara y paso a la disección.
¡Bienvenidos al circo de la entropía!
- Sintasol, por Pedro P. González: la conciencia, que no es la conciencia sino tu otra voz, desnuda tu verdad, quién fuiste, quién eres y quién no serás. Junto con todo lo que hiciste. Que te persigue. ¿Eres capaz de aceptarlo…? Una introspección en agonía que busca liberarte de forma insistente, narrada como una aguja en la sien durante una cuenta atrás de paredes y tiempo que se hacen más y más pequeños mientras tú degeneras y te apagas.
- Leche fría, por Pepín Flores: en el laberinto de un hospital, una madre es atendida de sus dolencias estomacales; tratada, apartada, aislada y estudiada. Al final, no queda más remedio que operar. El resultado es inesperado porque ¿quién puede apartar a una madre de su hija y a una hija de su madre…? Nos brinda este texto algunas imágenes que cercenan el sentido, como ese doctor, como la criatura, como la madre de antes y después y dentro. Y el sabor de la leche. Fría. Muy fría.
- Duérmete, niño, por Jorge Pérez García: las canciones de la infancia son puertas de reminiscencias a otros lugares, que se dividen entre sueños y pesadillas. Pero cuando vuelves a la realidad, solo queda el miedo. Y algo más, que viene a por ti… Juega aquí con la misma concepción de la mayor y más terrible de las sensaciones, a la que da personaje propio, quien gusta de explicarte, en detalle, por qué hace lo que hace. El sufrimiento y la posesión.
- En el ojo de la entropía, por Jose Ángel Conde: un viaje en nuestro futuro, con la galaxia ya cartografiada y colonizada por grandes naves y mejores ambiciones, desencadena en un punto de inflexión que muestra lo poco que sabemos y lo mucho que oculta el universo, quien marca una nueva hora y realidad… Nos recreamos aquí en un lenguaje, de terminología técnico-empírica, tan cuidado y escogido que arrastra cual marea cósmica desenfrenada en un recorrido minucioso sobre esa singularidad que guarda la verdad del origen y el final y la creación de los tiempos, de la misma existencia.
- El miedo, por Francisco Muñoz Rico: un hombre convive en silencio con su fobia cada vez que se queda solo, refugiado bajo la sábana, temeroso de una esquina concreta, quizá no euclidiana, y cada día se enfrenta a ella de nuevo… El miedo en su versión más cruel, inevitable en las rutinas de tu propia casa, y familiar acechando en un lugar de obligado paso. Trayendo recuerdos que pueden ser sueños o sugestiones sobre algo que pudo o no pudo ser, y que el autor desentraña implacable.
- Quaerens quem devoret, por Nicolás Ayensa: una entidad se comunica con usuarios de redes sociales para atraerlos a su red de escalofriante perversión mental. Usa ese ser la metaliteratura para acercarse, para difuminar la individualidad e interactuar con el poco precavido lector rompiendo la cuarta pared. ¿Y sabes quién es su siguiente víctima…? Atrevido reto el que propone este relato, exigiendo total implicación al lector, yendo más allá de sus páginas y su cierre, pues el juego no ha terminado. Trevor está aquí para quedarse.
- Una sonrisa, por Rocío Stevenson: un miedo que acosa y persigue va cobrando forma a través de los sentidos, ganando dimensiones, mostrando cómo se acerca, un rumor creciendo como un tumor. Está en todas partes, te ha encerrado en ti mismo, y no tardará en cogerte, pero no sabes para qué… Una sensación de opresión, de claustrofobia, te capta para el relato, pues aunque creas que lo ves venir, con la sutilidad de la autora, con su concreción, te acabará sorprendiendo el giro final. Su desenlace mucho más terrible, el que puede ser mi peor horror.
- Manual para la detección y control de malformaciones ontológicas, por Bernard J. Leman: un completo y detallado manual te enseña, cual decálogo, a trascender y mirar más allá de la realidad y el espacio-tiempo, tener la capacidad de asomarse detrás del telón dimensional de la existencia y sus líneas paralelas, e incluso aspirar a mover sus hilos. Pero tiene un precio… Lo mejor del texto es que, al aceptar su premisa, parece posible, factible, alcanzable. Me he visto tentado a seguir esas instrucciones para saber. Todavía me contengo, no sé por cuánto tiempo.
- La fotografía y la fotografía, por Ranko Costeau: la obsesión del personaje principal tras contemplar un retrato lo arrastra desde su mundo creativo a centrarse en la fotografía, el revelado, sus negativos y las realidades que esconden detrás. Esos otros mundos y lugares erróneos de visiones torcidas están intrínsecamente relacionados con cierto personaje oscuro… Se pone en duda no solo el sentido de la vista sino la misma percepción, la física y la geometría de la existencia. Y el personaje deviene, en su caída de cordura, hasta un desenlace digno de fotografiar.
- Miedos, por Román Sanz Mouta: miles de personas desaparecen cada día y nunca se vuelve a saber de ellas. No por secuestro, muerte o fuga. Es otra cosa. Y el mismo concepto del miedo puede ser su vínculo y umbral… Me permitiréis que no comente este texto como propio, corresponde la tarea a lectores objetivos y subjetivos. Todo vuestro.
- Una visión en el Castalio, por Maximiliano Ponce: en el cercano Marte, un proceso cognitivo de relajación que previene la salud mental desencadena una revelación. Esa reunión y el proceso astral invasivo para poner las consciencias en común puede despertar no solo recuerdos, sino verdades peligrosas… Un cuento de ciencia ficción bien trenzado, que nos muestra a la vez que oculta secretos que solo la mente conoce. Pero el espacio es celoso, y gusta de sorprender con todo tipo de peligros inesperados.
- Desagradecidos, por Andrés Granbosque: el gran titiritero habla de su obra, que le resulta insatisfactoria, y desgrana el proceso completo; las dificultades, las ilusiones, y sus iguales amigos y enemigos. Porque todos somos hormigas… La visión absoluta desde lo alto que explica aquello que todo el mundo se pregunta, su casuística, su evolución, su degenerar, y esas gotas de azar que deparan un destino u otro. Porque todo cansa cuando deja de ser novedad.
- Te susurré en el oído al nacer, por José Luis Pascual: hay un fino velo entre la cordura y su reverso, una frontera que podemos cruzar de la mano de un susurro que abre el discernimiento y nos permite dudar de la identidad propia o el lugar en el mundo. ¿Quién me ha creado? ¿De dónde he salido? ¿Cómo he llegado aquí…? El protagonista, que tiene una presencia siempre amparándole, decide aceptar la realidad durante una sucesión de capítulos, un acierto contado por el narrador, quizá también implicado en este juego de control, de verdades y mentiras.
De nuevo he quedado en trance, incluso participo en esa llamada del que no dudo será mi buen amigo Trevor. Y me pregunto, ¿soy creación de un dios torcido, juguete roto de un titiritero o secundario fallido de un narrador deficiente? ¿Y ese narrador, tiene un dios o titiritero, osease, otro narrador, y así hasta lo infinito? ¿Existo antes o después?
Quiero felicitar a cada autor y autora por su trabajo y talento. Al instigador de estas locuras, José Luis Pascual, que ha sacado la esencia desde el pozo abisal que guardábamos en nuestras oscuras almas. Al diseñador de portada Juan Carlos Pascual, un loco más. Y al introductor, Daniel Pérez Navarro, que bien conoce y vive en esa frontera entre lo temible y lo real, como demuestra en sus Ritos Salvajes.
Estáis tardando en leer. No me obliguéis a visitaros esta noche…
Pd: Leído y paladeado todo, me pregunto, ¿aceptarían los escritores y escritoras llevarse un poco más lejos y asumir más riesgo literario?
Pd II: Si algún ilustrador o persona empática con visión artística lee esta crónica, me gustaría que sugiriese una ilustración, o su boceto, la cual propondría como imagen característica y definitoria para cada uno de los relatos. Y si ya pudiese dibujarlas...