Sin duda la persona que me inculcó de pequeña el amor a viajar, como una necesidad para el bienestar de las personas, fue mi viejo.
Desde que tengo uso de razón que mi viejo me llevó de viaje. Papá nació en un pequeño pueblo de la provincia de Misiones, Azara, y de joven partió de allí en busca de aventuras. Estudió en Prefectura Naval Argentina porque su corazón estaba en el mar y luego de recorrer varios lugares se instaló en San Antonio Oeste,donde luego de varios años de aprendizaje y anécdotas que vivió en su juventud, le toco el momento de ser papá, mí papá.
Dado que su lugar de nacimiento donde quedó su familia, está a más de 2000 km de su lugar de residencia, papá todos los años viaja hacia su querida tierra colorada, y yo fui su gran compañera en varios de esos viajes.
Los largos viajes con papá fueron mis primeras aventuras en las rutas de mi querido país. No sólo me llevó a conocer Misiones, viajamos a muchos lugares y conocimos a muchas personas.
Pero lo que me interesa contar son los pequeños detalles que se transforman en Rituales de las Rutas Argentinas.
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Estaciones de servicio proveedoras de magia: Cada 200 km de un viaje en auto o camioneta es necesario parar a cargar gasoil o nafta para continuar el viaje, además de aprovechar a ir al baño, comprar comida y bebida, pero no solo eso, en ellas están los benditos termos gigantes expendedores de agua caliente; tomar mate para la gran mayoría de los argentinos es más que una costumbre, es una necesidad básica… bueno para mi papá es algo indispensable y mucho más durante un viaje. El principal rol del copiloto viajando con él es ir sebándole mate.
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Siestas al costado del camino: Papa nunca fue muy fanático de parar por muchas horas a dormir, cotidianamente duerme lo necesario, es muy activo y con la ansiedad que conlleva hacer un viaje y querer llegar, sus descansos son cortos, mejor dicho lo suficiente para estar atento durante el viaje. Siempre dormíamos en el auto, creo que las únicas veces que paramos en un hotel fue porque el auto quedaba en el mecánico. Recuerdo una vez en un descanso atrás de una estación de servicio que mientras todos dormían afuera se sentían el ruido de los sapos, yo era chica y no tuve el coraje de asomarme a la ventana a verlos porque tenía miedo, por eso cuando papá duerme yo me quedo de serena.
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Monumentos Ruteros: Están los más conocidos, como el Gauchito Gil y la Difunta Correa que forman parte de la historia y los mitos de Argentina y se pueden ver al costado de todas las rutas del país. Pero en nuestros viajes, cualquier detalle llamativo del paisaje es propio de ser reconocido como un monumento de la ruta. Recuerdo las ganas que tenía de chica de pasar por el Santuario de Gilda en Chajarí y de sacarme una foto con la Tortuga Manuelita, en Pehuajó, y papá me dio esos lujos.
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Charlas Interminables: de más grande no viajamos mucho juntos, fueron cambiando los tiempos de cada uno y las horas en ruta juntos fueron disminuyendo, pero lo que más me gusta de viajar con mi viejo siendo ya una niña adulta, es que podemos charlar de un millón de cosas, con la compañía de unos buenos mates, hablamos sobre historias anécdotas que nos pasaron, nos contamos nuestros secretos, nos conocemos más, reímos, lloramos y planeamos sueños y muchos viajes por hacer.
Amo viajar con papá, el me enseñó que el camino esta lleno de cosas que te llenan el alma y que viajar me ayuda a crecer y a ser mejor persona.
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