La importancia de lo insignificante.
Al final resulta que la conversación con la que se cerraba el tomo anterior, sí que tenía más relevancia de la que parecía a simple vista (o de la que yo creí que tendría :p). Por fin se descubre qué es lo que falta para conseguir que el Zet despierte de forma completa, y por si eso fuera poco, no sólo se enteran de ello los que están en la conversación, sino que los cabecillas Evol también lo hacen.En su día descarté que hubiese varias facciones en el grupo de Evol, pero aquí queda claro que los métodos que utiliza Haitani no son del agrado de los demás dirigentes. Este personaje empieza a gustarme bastante como villano, es impredecible pero muy inteligente, no hace nada que pueda perjudicar a sus planes o a él mismo... pero parece importarle poco si fastidia los planes de los demás. En esta ocasión le hace una jugada maestra a Jin, que la verdad ha sido lo mejor del tomo, ya no solo porque deja al protagonista muy tocado anímicamente (hasta el punto de que pierde la fe en sí mismo), sino por mostrar el poderío tanto de recursos como de capacidad de reacción que tiene.
Por otro lado están los Amagi, parece que Kouga es el único en el que más o menos se puede confiar (de los que están al tanto de lo que pasa con los Players), aún pese a su más que criticable personalidad, es el que más cerca está de las ideas de Jin. El problema son los otros dos; el abuelo que últimamente casi llegó a parecerme buena persona, y el padre que es el más cabrón de todos. Es la empresa de la familia sí que hay varias facciones y ambas van claramente en contra una de la otra. Hasta el punto de que el final de este tomo es un movimiento del padre de Kouga, que pone contra las cuerdas tanto al protagonista como al patriarca Amagi... y todo por echar un pulsito de poder.
En conclusión, la cosa está muy interesante en los dos frentes (Amagi y Evol), y siento curiosidad por ver cómo de perjudicados salen tanto Jin como Kouga por estar en el medio de ambos.