Lo primero que llama la atención a un peatón o turista despistado que camina frente a la futura sede del famoso y polémico Bundesnachrichtendienst (BND), el servicio de inteligencia exterior alemán, en la Chausse Strasse, una céntrica avenida en Berlín Mitte, es la abundancia de videocámaras que registran todos los movimientos externos y también la tarea diaria de los obreros que trabajan en la enorme sede, la «más moderna y sofisticada central de espías de Europa», según reza la propaganda oficial.
No es todo. Enormes reflectores alumbran de noche el área de construcción para detectar a un posible intruso, y nadie puede traspasar las entradas si no tiene en su poder una identificación que describe su función y su área de trabajo. Los 2.500 trabajadores tienen prohibido tomar fotografías, no pueden hablar por teléfono y tampoco están permitidos los móviles.
El personal que trabaja en áreas sensibles fue investigado por los servicios de seguridad del BND y tuvieron que dar los nombres de tres personas que pudieran avalar su integridad. Para evitar una sorpresa desagradable, como la que vivió Washington en 1988, que tuvo que demoler su recién inaugurada Embajada en Moscú cuando se descubrió que el moderno edificio estaba repleto de micrófonos secretos, el BND destinó 25 millones de euros extras para contratar a personal de seguridad.
Las obras se iniciaron en 2006 y todo parecía indicar que la fortaleza inexpugnable del BND, cuyo coste total asciende a 1.500 millones de euros, recibiría a unos 4.000 espías para 2014. Pero desde hace unos días el servicio de inteligencia exterior alemán se enfrenta a un escándalo igual o peor que el que vivió Washington en Moscú y que podría obligar a las autoridades germanas a imitar la decisión que adoptaron sus colegas americanos.
Filtración interesada
Gracias a una interesada filtración que recibió la revista 'Focus', el país se enteró, para vergüenza del BND, de que los planos de la construcción de la fortaleza, clasificados como ultrasecretos, habían sido robados a lo largo del año pasado. «El botín de los ladrones incluye los planos de las zonas más sensibles del complejo, como la central de logística y la central técnica», señalaba la publicación. «Otros servicios secretos, amigos o enemigos, podrían saber, gracias a los planos, dónde se encuentran los ordenadores centrales o los laboratorios, o qué lugares son más sensibles para un acto terrorista o de sabotaje», añadía.
El robo de los mapas de la fortaleza más protegida causó alarma y también risas irónicas. «Es un tema grave y el Gobierno está interesado en esclarecer este asunto lo más pronto posible», destacó el portavoz de la canciller, Steffen Seibert, después de anunciar que el Ejecutivo había creado un comité especial para investigar el incidente e intentar descubrir cómo se pudieron burlar los sofisticados sistema de seguridad.
Wolfgang Bosbach, un líder de la CDU, el partido que dirige Angela Merkel, fue más directo y puso en duda la eficacia del propio espionaje. «Es altamente bochornoso que le roben a un servicio de inteligencia secreto documentos secretos», comentó el político. El periódico 'Bild' optó por la ironía y envió a un redactor disfrazado de espía y con una lupa a buscar los famosos dibujos en los depósitos de basura. «El dueño del café Top Secret -ubicado en las cercanías del edificio- confesó que los planos habían sido cocinados junto con una sopa de gulasch», publicó el rotativo.
El escándalo obligó al jefe del BND, Ernst Uhrlau, un hombre que evita el contacto con los medios, a convocar una rueda de prensa en Berlín. Sin esperar el resultado del comité que investiga el robo, Uhrlau confesó que lo sucedido no representaba un riesgo de seguridad y que tampoco era necesario aplicar reformas al edificio. Nadie le creyó. Aunque el BND no es responsable de los planos, la sustracción de los documentos volvió a dejar en ridículo al servicio de inteligencia exterior, un organismo creado en 1956 en Pullach, cuya historia está salpicada de escándalos.
«Es una asociación de diletantes», solía decir el excanciller Helmut Schmidt, quien prefería la lectura del 'Neue Züricher Zeitung' antes que atender a los informes que le llegaban de la central de Pullach. Helmut Kohl tampoco era un admirador del BND ni de los métodos que usaba para elaborar sus informes secretos. «Si ahora digo algo, lo leen mañana en Pullach y una semana después recibo un informe secreto basado en mis comentarios», decía cuando aún era canciller.
Escasos éxitos
El BND luce un par de éxitos en su bitácora de servicio. Por ejemplo, el descubrimiento en 1987 de una nave industrial en Rafta, en Libia, donde Gadafi intentaba producir gas venenoso con la ayuda de firmas alemanas. Los espías de Pullach también lograron pronosticar con anticipación el futuro sangriento que le esperaba a la Yugoslavia de Tito, aunque algunos expertos, como Erich Schmidt Eenboom, autor de varios libros sobre el centro, aseguran que fue el BND el que movió los hilos para provocar la separación de Croacia y Eslovenia de Belgrado, una decisión que desencadenó la tragedia. Pero el BND fue incapaz de predecir la caída del Muro, y cuando se inició la desintegración de la ex-RDA tuvo que admitir que el legendario jefe de espías de la Alemania comunista, Markus Wolf, había logrado mantener durante 17 años, un topo en Pullach: Gabriela Gast, quien, como analista jefe para la URSS y Europa del Este, escribía informes solo para el canciller y Wolf.
Fuente: Elnortedecastilla.es