ROBERT DOISNEAU, de Jean-Claude Gautrand, por Taschen.

Por Ikiru_yorokobu

La editorial Taschen, de la mano de Jean-Claude Gautrand, se ha encargado de seleccionar, con mucho acierto, aproximadamente doscientas imágenes de quien es considerado por algunos “el fotógrafo parisino por excelencia”.
La obra está claramente enfocada hacia la visión vocacional de la fotografía de Doisneau, esa que lo llevó a recorrer incansablemente las calles de París, los suburbios de los que procedía y de los que nunca se alejó demasiado. Muestra ese trabajo voluntario, arraigado en su propia persona, cargado de sentimientos cotidianos y verdaderos.
Desde el mismo momento que André Vigneau lo acogió, Doisneau comenzó a absorber las corrientes vanguardistas que se le abrieron ante si, pero poco pudo hacer antes de que el servicio militar eclipsara su debut. A su regreso, la crisis económica lo lanzó a la industria, cuya regia disciplina y monotonía hicieron despertar, según sus propias palabras, su auténtica carrera como fotógrafo. En ella Doisneau se dedicará a vagar por las calles de los suburbios parisinos que lo habían visto crecer en busca de la realidad más pura, pero habría de toparse con un nuevo obstáculo. Esta vez se trató de la II Guerra Mundial. Fueron duros momentos que pusieron a prueba la visión de Doisneau que, no obstante, se alejó de mostrar los estragos del cruel conflicto para acercarse a la sentimentalidad de la vida durante la ocupación alemana en Francia.
Terminada la guerra, Doisneau volvió a gastar las calles con ese optimismo, que lo caracterizaba, humanista y poético. Ya en la década de los cincuenta “El beso del Hôtel de Ville”, incluido en un reportaje sobre los amantes en París, le valió el reconocimiento mundial y su expansión fuera de las fronteras francesas. Comenzó entonces la época dorada de Doisneau con su intervención en gran cantidad de exposiciones, reportajes, trabajos, colaboraciones en cine, etc. En estos años son numerosos los premios que recibe, las asociaciones en las que colabora, los libros que publica… Todo brilla a su alrededor pero Doisneau sigue vagando por sus calles de París, descubriendo ahora la vida nocturna que encierra.
La década de los noventa, sin embargo, no nace muy lúcida para el autor, que siente nostalgia de tiempos pasados. Ese sentimiento poético, romántico, que fue reflejo de su obra exenta a los contratos, su obra más libre, le hacía ver que todo lo que tanto amaba había cambiado. Se rodeó entonces de sus contemporáneos, que compartían su sentido del humor y filosofía, bajo la soledad que expresaban entonces sus imágenes.
La verdadera obra de Doisneau, aunque alejada de la espontaneidad, recoge ese ramillete de flores secas para los que el mercado bursátil no tiene tiempo y forma con ellos un pequeño teatro, aderezado de humor, con el que apaciguar el mundo que retrata. Nos muestra, en definitiva, una realidad que insinúa, con ese mismo humor encargado de disimular la crudeza, no exenta de nobleza y dignidad. Pero, sobre todo, la fusión cómplice entre Robert Doisneau y sus fotografías.
“París en un teatro en el que se paga asiento con el tiempo perdido. Y yo continúo esperando”.
Robert Doisneau, por Jean-Claude Gautrand, por Taschen...
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