Robert Enke, Nummer 1

Publicado el 11 noviembre 2009 por Diebelz

"Ich weiß nicht, ob jemand das Leben lenkt. Aber soviel weiß ich: man kann es nicht ändern."
"No sé si alguien dirige la vida. Pero una cosa sí que sé: no se puede cambiar."


R.Enke.


El periódico matutino no desprendía el aroma de tinta, ni retenía el calor como cuando envolvíamos los pies ante el frío invernal. Eran rastrojos de noticias inmundas, de guerras y sucesos, de impotencia y delirio que no merecían otra función que arrugarlos y rellenarlos en nuestros calzados para combatir así el frío. Bien abrigados, con las verdes bufandas y los periódicos en los pies, íbamos al viejo Bökelberg para ver al Borussia perder partidos, que como el estadio, también cayeron como caen algunos muros y retazos de la Historia. Y poco importaba si perdían, si ganaban o si volvían a perder, nosotros gritábamos y alentábamos a los nuestros para mantener el calor sobre las palmas de las manos. Era por sentirnos vivos y no congelados.
Si la vida durara 90 minutos (más lo añadido), entonces es difícil suspender las emociones, contener el dolor íntegro que supone ir perdiendo 1:7. Pero el guardameta -posición que jugué con mucho gusto durante un tiempo- debe saber guardar ese silencio. Es una gran responsabilidad ser el último reducto de esperanza, la columna que mantenga el mundo, los tres palos. Y si te marcan, debes saber mentalizarte, cortar de raíz la lástima y el dolor que causa ir con un resultado adverso, encajar la frustación y la desesperación de tus compañeros. Creo que por todo ello (más lo futbolísitico) fue por lo que Enke fue (y es) nuestro ídolo: alguien que transmite sosiego, que razona y actúa en consecuencia, que sonríe ante la dificultad y ayudaba y se comprometía con sus compañeros sobre el césped. Alguien, en consecuencia, que no enloquece e insulta al mundo como suelen hacer dictadores con rasgos homínidos de evolución estancada, como Oliver Kahn o Sepp Maier.
Robert Enke (1977-2009)
Pero, ¿cuántas derrotas podemos contener? En la vida, uno a veces se estanca como el agua. Remite los versos de Neruda cuando, a veces, uno se cansa de ser hombre. Y piensa en lo absurdo de la vida que demostró Camus con Sísifo de ejemplo. Nos tatuamos los sufrimientos con el silencio y creemos contener las lágrimas y la ansiedad, guardarlas, arrinconarlas, pararlas. Pero siguen ahí latentes, pesan. La vida no suele ser justa, como a veces los resultados en la pizarra no reflejan el buen fútbol jugado. A veces me pasa, a veces me canso y me acuesto silentemente, pensando en las goleadas que encajé. Pero también pienso que Camus tenía razón: "si sabemos que todo es absurdo, ¿por qué no seguir jugando? Aunque sea por curiosidad".
Todavía faltan minutos por jugar y el marcador me insulta con el resultado desfavorable. Pero el fútbol como la vida guarda sorpresas. Quién sabe. Acaso algún día me vea entrenando a un niño bajo los palos con mi apellido, hablándole de obras teatrales, filosofías y lógicas existencialistas que solía parar un portero cuyo nombre era Robert Enke. Un Nummer 1 que se comprometía por cambiar el mundo y que me obligaba a arrugar los periódicos para verlo jugar. Eso sí que no se puede cambiar.