Es dudoso que Spasski se refiriera a estos comportamientos, aunque no ha faltado quien tildara a Fischer de cierto infantilismo. Parece, más bien, que el diagnóstico iba referido a la forma de jugar. Es sabido que Fischer admiraba el estilo de los grandes jugadores soviéticos (Smyslov, Botvinnik, Bronstein, Taimanov, Tal, Spasski): "Me gustaba su juego: agudo, atacante, intransigente" (pág. 227 de la obra citada). También llama la atención la cita del Manual de Lasker que antepuso a su libro Mis 60 mejores partidas:"En el tablero la mentira y la hipocresía no sobreviven. La combinación creativa desenmascara la presunción de la mentira: el acto despiadado que culmina en el mate contradice al hipócrita". Cabría pensar que su ideal de juego debería tener las virtudes contrarias a esos defectos: Veracidad y honestidad. Traducir esto al ajedrez no es tan sencillo, sin embargo. Quizá Spasski pensara que ello era difícilmente compatible con el refinamiento y la experiencia. ¿Cómo ser veraz y refinado, cómo honesto y disponer de experiencia, es decir, de memoria de las vivencias pasadas? Smyslov señaló en una ocasión que Fischer tenía escaso sentido práctico: "aunque la meta deportiva estuviese asegurada, el juego de Fischer no mostraba la menor tendencia pacífica" (pág. 497 de la obra citada). En cuanto a su refinamiento es de destacar el menosprecio que siente por ciertas formas de plantear el juego. En una carta a Larry Evans dice: "Estoy sobre todo ocupado en estudiar viejos libros de aperturas y, lo creas o no, ¡estoy aprendiendo mucho! Al menos no le dedican espacio a la Catalana, la Reti, el ataque indio de rey y otras aperturas lamentables" (pág. 321 de la obra citada). Creo que Fischer despreciaba con toda su alma a los jugadores sibilinos, a los que renegaban de la auténtica lucha, del juego directo por un sentido equivocado de la prudencia, que se desvían de las presuntas preparaciones, yéndose de paso de Málaga a Malagón. Rafael Sánchez Ferlosio se inventó un epíteto para esta clase de gente en general: tontiastutos. Creo que Bobby hubiera estado de acuerdo con él. Lo que además consiguó fue demostrar los límites de la tontiastucia. Tras su desaparición tardaremos bastante en encontrar a alguien que vuelva a ponerlos en su lugar. Descanse en paz.
Francisco J. Fernández