Siempre se cuenta la anécdota de que Koltès quedó fascinado por la cara del Succo real cuando lo vio por primera vez en un cartel de "Se busca" pegado en una pared del metro. Ese es el germen de una obra que durante dos horas no está dispuesta a dejarte respirar, y que exige una implicación extrema para actores y asistentes.
Tensión de rinoceronte. Así la definió uno de los actores en un encuentro con el público después de la función. Y a mí me pareció que no había mejor forma de definir lo que acababa de ver.
Con una puesta en escena muy, muy atractiva (escenarios integrados en un mismo módulo, un panel de leds para remarcar puntos concretos, el nombre de la obra presidiendo la función, con esas letras que tensan cuando se iluminan...) Roberto Zucco empieza en lo alto de una montaña de la que partimos creyendo estar en la cima, hasta que la niebla nos permite ver que hay un pico superior. Sus ocho intérpretes llegan a ponerse en la piel de más de 20 personajes y, con cada uno de ellos, estremecen y desgarran. No hay quien no salga agotado cuando se apagan las luces después del intensísimo nivel emocional. Todavía se me ponen los pelos de punta con ese tema de Radiohead inundado cada rincón...
Definitivamente, te recomiendo que este mes lo pases mal con Roberto Zucco.