La obra más conocida de Mueriel Spark puede ser "La plenitud de la señorita Brodie", escrita en 1961 y posteriormente llevada a la pantalla grande. Otros títulos de Spark son Las señoritas de escasos medios (1963), Muy lejos de Kensinton, Memento Mori (1959) o El asiento del conductor (también llevada al cine con Elizabeth Taylor como la protagonista). Además de novela también escribió poesía y las biografías de Maty Shelley y Emily Bronte, biografías que seguramente me lea en un futuro.
Pero hablemos de Robinson, el libro más "loco", a mi parecer de mi querida Muriel. Todo comienza cuando un avión se estrella en medio de una isla del océano Atlántico, cerca de las costa Portuguesa. Los tres supervivientes son rescatados por Robinson, el dueño y único habitante de la isla, que por cierto, lleva el mismo nombre. Robinson es un hombre entrado en años, un hermitaño que teorizó sobre que la Iglesia no debería rendirle culto a la Virgen María (este tema se tocará en profundidad en el libro). Estos tres supervivientes son January Marlow, que será la narradora (católica) de toda la historia, Tom Wells, un hombre bastante fraudulento y Jimmy (no me acuerdo del apellido), un hombre gentil y pariente lejano de Robinson. Pues bien, en este escenario también nos encontramos con Miguel, un niño un poco corto que no tiene padres y que vive con Robinson. Esta isla es muy misteriosa, tiene lagos de color verde, cuevas secretas y un "horno", una especie de volcán. Como os podéis imaginar, la convivencia entre estos personajes estará plagada de situaciones surrealistas y sobre todo, la pregunta del millón: ¿cuando los tres supervivientes podrán ser rescatados de la isla y recuperar sus vidas normales? Y si a más y más, le añadimos una "posible muerte", entonces el giro argumental da otra vuelta de tuerca.
El estilo, como siempre mordaz a más no poder, claro y directo, me tiene enamorada. Ya estoy deseando leer otro libro. Recomiendo a todo el mundo la lectura de Robinson, y en general, toda la obra de Muriel Spark.
- ¿Usted viaja por vacaciones?
- No, negocios – dije-. Excelente brandy. Me hace sentir normal.
Quería volver a casa, aunque no deseaba no haberme marchado nunca. Si me hubiera quedado en casa, podría haber habido un incendio, me podría haber atropellado un automóvil, podrían haberme asesinado o podría haber cometido un pecado mortal. No existe un método absoluto para juzgar si hacer una cosa es más peligroso que hacer otra.
Siempre me enfurece que la gente me diga: “Tu actitud, llevada a su conclusión lógica…”
No es que juzgue a las personas por su apariencia, pero es cierto que sus caras me fascinan. No las miro mucho cuando las tengo delante. Me gusta llevarme a casa la impresión que me deja una cara, para examinarla con detenimiento y rumiar acerca de ella en privado, como una bestia salvaje prefiere devorar a su presa a escondidas.