En pocos días dejará de escucharse su voz en la radio, espero que sea un "hasta pronto".
No, no soy su amigo, soy un mero conocido que seguramente si se cruzara conmigo en la calle no me reconocería, así que puedo escribir lo que quiera, sobre ella, de la manera que quiera. Tengo esa tremenda libertad.
Últimamente la radio se ha convertido es un cajón de sastre donde se quieren importar rostros, voces y maneras de la televisión para asegurarse el "factor oveja". En una acción comercial se llama así a lo que se podría llamar más comúnmente el "boca a boca". Es más fácil recopilar audiencia con gente famosa (o eso creen).
Ahora se hacen programas que parecen jaulas de grillos, donde siempre hay imitaciones (demasiadas) y "llamadas sorpresa" a personas para ver si son infieles o para gastar bromas que no tienen puta gracia.
Si a mí alguien me hace una de esas graciosísimas bromas le dejo de hablar. Respeto que haya esto, pero me parece poco interesante, repetitivo y cansino.
En un país donde triunfa Telecinco no me extraña que la gente siga este tipo de formatos, aunque claro, tampoco me extrañan otras muchas cosas ya que la "España de charanga y pandereta" siempre está ahí.
Asimilando que existen esa clase de programas luego hay otros donde los locutores que se empeñan en ser "comunicadores". Sí, son raras avis, no abundan, por eso cuando una de esas especies el peligro de extinción cesa en su trabajo, en su empeño, me parece que algo dentro de nosotros muere, porque nos volvemos más vulgares.
Los comunicadores llegan dentro, remueven, tienen estilo propio, buscan la divulgación, generan empatía con el oyente, tratan de crear emociones y no siguen modas. Un ejemplo de comunicador mítico, para mí, fue Juan Antonio Cebrián.
Rocío Moreno es de esa raza, es de los que mira diferente.
No voy a destacar su belleza, ni siquiera su simpatía, voy a destacar la "forma de hacer" su trabajo.
Ha conseguido algo que nadie ha logrado y es que escuche, disciplinadamente, su programa de radio.
Ella es escritora, es atleta, es mujer, es optimista, es amiga de los animales, es fuerza, es emoción y sensibilidad, es cultura musical (y de la otra), es divertida y es empatía.
En su programa de radio mezcla literatura y música, por eso me gusta.
Su cálida voz te envuelve en un manto de confort. Maneja las canciones, según los estados de ánimo, con la misma habilidad que tiene Ludovico Einaudi al componer piezas. Siempre certera.
Otro aspecto señalable, además del buen rollo que crea, es su lado solidario. Está tremendamente volcada en causas sociales. No es de los que se quejan por las situaciones sin mover un dedo, de los que demuestran rabia por las injusticias sentados en su sillón, ella actúa.
Sé que tiene varios proyectos en mente. Muchos relacionados con la figura femenina, las letras y el deporte.
Encima está para hacer un Iron man. Eso de mens sana in corpore sano lo tiene tatuado en el omóplato, creo.
Pues a pesar de todas las virtudes, de las que hace gala, en unos pocos días deja la radio y se aferra a nuevos proyectos. Los que "piensan y deciden" sabrán. Yo creo que una comunicadora así, que además tiene el respaldo de los oyentes en los estudios de audiencia, es un lujo para la radio, donde lleva muchos años y que no escucharla por las mañana será un castigo demasiado severo para los que todavía creemos que la vida es maravillosa ( Andrés Montes, siempre presente) y que las letras y la música son lo que puede salvarnos de esta deriva de decadencia mental.
Poder pensar, poder sentir, poder valorar lo que se tiene y no, poder mejorar como personas, tendría que estar subvencionado. Rocío debería ser recetada en las farmacias. No es contingente, es necesaria.
No todo es bueno en ella. Tiene dos grandes fallos esta andaluza de ojazos tremendos: me niega un café y no ha comprado mi libro (La sonrisa del melón). Los dos son subsanables.
Calle 13- "Siempre digo lo que pienso"