Las primeras conspiraciones para su uso con fines bélicos se produjeron durante la guerra de Corea en los años 50. Fue utilizada por los norcoreanos y los chinos contra los prisioneros norteamericanos intentando con ello eliminar los sentidos (la visión, el tacto...) y asilar a las personas de su entorno físico y mental.
Al finalizar la contienda la CIA tomó buena nota de sus efectos llevó a cabo sus propios experimentos, creando un completo manual del uso de la música para la tortura mediante el uso y la manipulación de determinados ritmos, voces y letras.
Años más tarde, durante la guerra de Vietnam, la guerra psicológica utilizó grandes altavoces colocados en los helicópteros que transmitían música rock como guerra contra cultural. A medida que el vietcong intensificaba sus acciones militares los altavoces emitían sonidos espeluznantes con música de cantos fúnebres ya que los vietnamitas pensaban que si morían fuera de su hogar su alma quedaría errante.
Recientemente hemos sabido que en la base estadounidense de Guantánamo, en el sur de Cuba, se utilizó la música para torturar a los prisioneros. Algunos de los allí recluidos afirmaron tras su liberación que habían sufrido con ella más que los interrogatorios más duros de su estancia.
Teniendo en cuenta que los presos, de confesión árabe la mayoría, ya odiaban a la música moderna por motivos culturales, su uso contra ellos aún resultaba más demoledor.
Las preferencias eran principalmente hardcore y trash metal, con ritmos acelerados, sonidos más fuertes, intensos y desgarradores, obteniendo de Marilyn Manson, Metallica o Rage Against The Machine las principales piezas.
Estos últimos, con evidente descontento al enterarse de la noticia, organizaron una rueda de prensa para protestar contra este uso y abuso de sus canciones y de música rock en general para tan oscuro fin. En actuaciones posteriores Zack de la Rocha y los suyos comenzaban a tocar vestidos con el uniforme naranja de los presos mientras de fondo sonaba la internacional.
Algo más esperpéntico ocurrió cuando los creadores de la música infantil de Barrio Sésamo, Joe Raposo, Jon Stone y Bruce Hart se enteraron de que su música era utilizada también en la guerra contra el terror.
Durante los conflictos de Irak y Afganistán los combatientes estadounidenses afirman escuchar precisamente metal y hardcore para aguantar la tensión en la guardia y el combate. La canción Bodies de la banda Drowning Pool se ha convertido en la auténtica banda sonora extraoficial de los marines. Los Drowning Pool les cantan a ellos, a su valor y a su riesgo con durísimas letras como:
Dejen que los cuerpos golpeen el suelo. Empújame otra vez, éste es el final. Piel contra piel, sangre y hueso.Estás sin compañía, pero no estás solo. Querías entrar y ahora estás aquí, manejado por el odio y consumido por el miedo. Dejen que los cuerpos golpeen el suelo.En fin, entre la diversión y los tambores de guerra hay tanta malicia...
Extraído del libro Rock Marketing (más info aquí)Descárgate gratis el capítulo 1 (pinchar aquí)