Rocketman

Publicado el 14 junio 2019 por Pablito

Hablar de Rocketman (Dexter Fletcher, 2019) sin mencionar a Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2019) es tarea casi imposible, no sólo por la proximidad en el tiempo entre los dos biopics, sino porque ambos se centran en las dos figuras más importantes que ha dado la industria musical británica en su historia. Si el año pasado fue el film sobre el líder del mítico grupo Queen el rey de la cartelera mundial -sus casi mil millones de dólares recaudados en todo el planeta y su lluvia incesante de premios así lo acreditan-, este año es el turno de Rocketman, la película que nace a rebufo de la obra de Singer a pesar de que, en el fondo, no tengan nada que ver. Por mucho de que la sombra de Bohemian Rhapsody sea alargada, la obra de Fletcher se erige como una película con personalidad propia, muy superior en calidad al biopic de Freddie Mercury que, a juicio de este cronista, despertó una entusiasta acogida no principalmente por sus méritos cinematográficos, sino por su mero objeto de estudio -una película con las canciones de un grupo como Queen, por muy mala que sea, tiene de entrada al 80% del público ganado-.

Lo que más llama la atención de Rocketman es que no se trata de un biopic al uso. Lejos de ser edulcorado y complaciente, como lo son la mayoría de películas de este tipo, el nuevo trabajo del director de Amanece en Edimburgo (2003) es una obra sumamente arriesgada que no tiene ningún tipo de pudor en mostrar los aspectos más oscuros de la vida y obra del gran Elton John. Sin censura de ningún tipo, la película se ofrece mucho más dispuesta a correr riesgos argumentales que la cinta por la que Rami Malek ganó al Oscar al Mejor Actor. Así, quedan perfectamente reflejados en el film sus ataques de ira, sus coqueteos con las drogas, su profunda sensación de soledad e incomprensión, sus traumas e inseguridades, su turbulenta vida sentimental e incluso su adicción al sexo; todo ello se muestra sin ningún tipo de pudor en una obra que nace como un proyecto muy personal del propio Elton John, productor ejecutivo del film, el cual ha quedado muy satisfecho con el resultado final. En este sentido es un acierto que el director abrace la máxima de acercarse a la persona para conocer mejor al artista. Porque, en efecto, el mejor camino para entender en toda la extensión a su figura central y empatizar con él es mostrando las luces y sombras que le han ido acompañando desde su niñez hasta la etapa de los años 80, que es el periodo de tiempo que abarca el film. El tramo que abarca de los años 80 hasta la actualidad está magníficamente condensado en los emocionantes rótulos del final de la película.

Otro punto muy a favor de esta fiel aproximación a la vida del que hoy es todo un icono gay es todo lo referido a su apartado musical. Aquí las canciones están puestas al servicio de la historia y no al revés. A diferencia de lo que suelen hacer otras producciones, aquí ninguna canción está puesta al azar. La clave, además de la exquisita selección musical de los hits más representativos del genio, ha sido entender que en un buen biopic las canciones deben seguir un hilo narrativo y emocional, esto es, deben hacer avanzar la historia y no servir como relleno. Entendemos que esto es así cuando ningún número musical se podría amputar sin que la película pierda gran parte de su sentido ni que nos perdamos parte de la personalidad de su figura central. Su brillante plantel de secundarios -Bryce Dallas Howard- y su propio actor protagonista, un Taron Egerton inspiradísimo catapultado a la categoría de estrella por su rol en este film -responsable además de cantar todas las canciones- son valores añadidos a un trabajo que rezuma un sentido del espectáculo y un virtuosismo formal de primer orden. El resultado es un trabajo alegre, virtuoso, dinámico y vivaz; una cinta donde la luz y el color impregnan unos números musicales muy bien coreografiados. 

Con todo, el mayor aliciente para disponerse a ver Rocketman es que satisfará a los mitómanos y a los que no lo son. A los que les guste la música de Elton John y a los que no -si es esto posible-. Porque, más allá de mostrar el ascenso, la caída y el resurgimiento final de la estrella -aquí también se sigue el patrón clásico de los biopics, pero esquivando en todo momento esa ingrata sensación de previsibilidad por el constante dinamismo de la función-, lo que queda es una historia repleta de sensibilidad de una persona anónima que creció bajo el desamparo familiar y que ha logrado todo lo que tiene en la vida con tesón y esfuerzo. Ese es el milagro de Rocketman: entusiasmar a fans y detractores del personaje. Porque, por encima de la purpurina, plataformas y todo tipo de excentricidades, lo que subyace aquí es una impresionante historia de superación. Y eso bien justifica una entrada.