Rocks in my Pockets, de Signe Baumane, se está convirtiendo en la película de animación (para adultos) por excelencia de este año. Y es que no podría ser de otra manera: divertida, inteligente y experimental, Rocks in my Pockets nos invita a la reflexión desde el minuto uno: una mujer intenta ahogarse en el río, pero ha olvidado poner piedras en sus bolsillos que la ayuden a anclarse al fondo. Su nieta, la narradora del film, mucho tiempo después, se plantea también el suicidio, estudiando la forma en que debe utilizarse la cuerda para que un ahorcamiento sea efectivo.
Una voz en off es nuestra única guía durante la hora y media que dura el film; los diálogos, aunque directos, son pronunciados siempre por la narradora, que da voz a los personajes. No hay silencio: todo está en su cabeza. Rocks in my pockets es un enorme cerebro que nunca deja de pensar; una estructura mental que va y viene, planteándose cientos de miles de preguntas, afirmando y negando, diciéndose y contradiciéndose. Rocks in my Pocketses la cabeza de alguien que entiende, pero que no entiende; funciona como el interior de un coco, y es por ello que plantea ideas descabelladas y también cuerdas; es por ello que se equilibra y se desequilibra: no estamos completamente locos, pero tampoco totalmente cuerdos.
Y, para este “contenido”, la “forma” del film va como anillo al dedo: los dibujos animados se aúnan con el stopmotion, las imágenes reales y los fondos tridimiensionales; un estilo, por tanto, absolutamente justificado cuando hablamos del poder de algo intangible y, por ello, tan abstracto como es la mente.
En una frase: alegre, triste, nerviosa, agotadora y tremendamente reflexiva.
Pelayo Sánchez