Decía Mariano Rajoy que Alfredo Pérez Rubalcaba dimitiría porque "es imposible ser candidato, vicepresidente primero, ministro portavoz y ministro del Interior", aunque parece totalmente factible ser Presidente del gobierno y candidato a la vez. En cualquier caso, Rubalcaba ha dimitido y presentado un programa ambicioso y realista que ha conseguido, al menos por ahora, reanimar a la izquierda. Hay quien ve en este programa "una enmienda a la totalidad" al gobierno de Zapatero, como si el proyecto socialista no fuese algo más que los 400 euros, la rebaja del 5% del sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones no contributivas durante el 2011 o la ampliación de la edad de jubilación a los 67 años. Cierto es que hubo quien propuso, desde la izquierda, un ajuste económico alternativo, pero también lo es que aquel día de mayo hubo que elegir entre la ideología y la responsabilidad para que no nos ocurriese lo mismo que a Grecia primero, a Irlanda después y a Portugal hace unas semanas. Hubo quien, como en el caso de nuestro vecinos portugueses, estuvo dispuesto a dejar caer al gobierno y su plan de ajuste con tal de ocupar la Moncloa, sin importarle el consiguiente desplome de nuestra economía y probable caída del euro. Es lo que se conoce, en algunos círculos, como "patriotismo de hojalata". Y para rematar la faena siempre estará Esteban González Pons que, falto de argumentos, recurre una vez más a una frase muy sonora que amplifica su propia mediocridad: "Rubalcaba es como las películas de Rocky, siempre acaban igual y tienen muchísimas partes". Alguien debería recordarle a Pons que Rocky siempre ganaba sus combates.