¡Vamos con el pescado que hoy es Nochebuena y os vais a quedar sin cena! ARRRRFFFF. Así voceaba Armando encaramado a su puesto del Mercado de Abastos, puesto nº 13 para más señas, no es broma. Su metro cuarenta y cinco, de los pies a la cabeza, apenas le dejaba asomar la peluca por lo alto del mostrador ¿A dónde fueron a ponerlo que más parece un altar a falta de su santo que un sitio de venta al público? Añadida a su tamaño, no muy elevado, se hallaba su voz ronca y cascadilla "de darle al cigarrillo" sin treguas ni descansos ¡Esto sí que tiene mérito! Y entre rima y rima una tosida con carraspeo, llevando más o menos abecedario.
- ¡Eloísa! ¡Eloísa! ARRF ¿Es que no tienes prisa? AGGG.
- ¡Abelardo! ¡Abelardo! ¡No me pases de largo! AFFFFF.
Todo por vender en la mañana del día veinticuatro. Si no está el pescado vendido... mala faena. Pero ni por rimas, esfuerzo inútil y desperdiciado. A veces algún transeúnte miraba hacia el lugar en cuestión pero no se veía al despachante y encima hacía una semana que sonaban por megafonía ininterrumpidamente "y a toda pastilla" los clásicos villancicos, los de toda la vida: Los peces en el río, Dime Niño, Los campanilleros, Gatatumba, Fum, fum, fum, Adeste Fideles, Campana sobre campana y... ¡Ay del Chiquirritín! (no me seáis mal pensados que os conozco, jjj). Las gentes que por allí pasaban ni lo oían acostumbradas a que todo se vocea en la plaza.
Habría sido un día normal si la tarima que encargó para elevarse hubiera llegado a tiempo. No os canso queridos lectores que estamos en Adviento y hay mucho que preparar y me pongo, me pongo y me alargo sin pensar ¡pues no es bueno que ya imito a este señor! Resumo diciendo que desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde discurrió el buen Armando, mucho nombre, mil y una maneras de rimar al personal, con los correspondientes tosidos en su sitio y apenas vendió un cuartillo de almejas y medio de salmonetes.
¡A recoger benditos! Instaban desde los megáfonos ¡Arreando que es gerundio! Tenía humor el del otro lado.
Derrengado el pobre y "más p’allá que p’acá", con esas malas ideas que cruzan los cerebros cuando pasa lo que pasa y ya te da igual ocho que ochenta, se tumbó dando un saltito todo colorado, casi bermejo, medio en asfixia, en la encimera justo al lado de los cabrachos, de los bogavantes, de los salmonetes y de un trozo de un kilo de atún rojo, cuando acertó a pasar por allí el último cliente del día veinticuatro que no veía tres en burro -olvidó las gafas en casa- y se precipitó sobre Armando tanteando con un dedo lo que le pareció un pescado de grandes proporciones con intención de llevárselo a casa y el pescadero, todo irritado fue a decir algo pero lamentablemente sólo pudo, abriendo una boca descomunal, toser de nuevo:
- ARRRRRRRRGFFFFFFFF...
¡Madre mía si hubierais visto lo que yo compañeros y amigos! Corría calle abajo aquel cliente trasnochado que ni los pies se le veían, habría ganado una carrera al Correcaminos, mik mik.
¿Una sonrisilla prenavideña?
Ingredientes:
Elaboración:
Descamar y retirar las espinas del salmón. Lavar y secar con papel de cocina. Salpimentar.
Pasar las rodajas por el aceite y la mantequilla calientes y sellar las dos caras. Retirar a un plato y reservar.
En la misma sartén sofreír las chalotas, el ajo y el perejil picados. Añadir la harina y cocinar unos minutos. Volcar el cava poco a poco y diluir enérgicamente para evitar grumos. Incorporar las hebras de azafrán. Dejar reducir al punto de salsa no muy densa.
Para calentar sumergir el pescado en la salsa unos minutos.
Servir caliente.