Revista Motor

Rodeado de Harley por todas partes menos por una

Por José María José María Sanz @Iron8832016

Una Street 750, una Sportster Custom 883, una Sportster 1200 y ahora, una Softail Deluxe. Estas son las Harley-Davidson -junto con mi Cabezota (Iron 883)- que han tenido el privilegio de ver mi culo sobre sus asientos. Pero ha sido al probar una Softail cuando me ha saltado en la cabeza un asunto de esos que te rondan, que dejas aparcado y que un día, por fin, recuperas. Ese asunto es la palabra "Sportster" que, en inglés significa deportista.

La Cabezota es una Harley-Davidson Sportster Iron 883. Es una Sportster, es decir, es una deportista. Lo he entendido ayer mismo, cuando me subí y rodé un rato con la Softail. La Softail, como las Harleys de gran tamaño -supongo- son motos barcos, son motos barcazas, con una potencia desorbitada que se sale de los puños por los lados cuando vas en bajas gracias a ese torque monstruoso que les imprimen en América. La postura es muy buena. Vas sentado con el culo, con todo el culo. No vas a caballo, no vas alerta. No vas con la fusta en la mano para arrearle en cualquier momento. Vas rodeado de moto por todas partes menos por una, que se llama cielo. Las plataformas en los pies, el culo sobre el asiento con refajo trenzado, los brazos abiertos tanto como permite el ancho de la carretera, los puños a manos llenas de manillar, y la vista tras los tres ojos de Bucéfalo que presiden la delantera, afaldonada con guardabarros blindado de latón.

Sin embargo, la deportista, la Sportster, no admite esa compostura. Vas a caballo, con los pies preparados para espolear, estrangulando el manillar y con el gesto de quítate de en medio. Es una posición mucho más cercana al deporte motero de los sesenta sobre tierra, en la playa, en el campo, en las apuestas de cualquier campiña. La sensación de control de la montura es mucho mayor con los mandos intermedios que con los mandos avanzados y la postura, en general, me parece muy adecuada. Otra cosa es que algunos vayamos a tender a horizontalizar esa postura y negociar con el cuerpo una cosa intermedia entre el deporte practicado y el deporte visto.

Hay quien dice que la Sportster no tiene nada de deportista. Quisiera hacer la precisión, amigo lector, de que no hay que buscar referentes deportivos en las motos de competición actuales, ni de velocidad ni de cros ni de trail, sino en las motos de entonces, que la Sportster tiene sesenta y un años.


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