Rodolfo Martínez: La simiente de la Esquirla

Publicado el 29 junio 2020 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2

Ilustraciones: PREZ (Ilustración de cubierta); Luccer_art (ilustraciones interiores)
Año: 2020
Editorial: Sportula
Género: Novela (ciencia ficción)

Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2020

La simiente de la Esquirla es el primer volumen de la tetralogía El hueco al final del mundo. En ella, además de familiarizarnos con el escenario y descubrir cómo la Esquirla que da nombre a esta historia modificó la realidad, asistimos a las vivencias de Klâiner, el Hereje. Un joven que recorre las calles de Volkenskap cazando vérjongers y evitando así que los inocentes sean sacrificados para calmar el hambre asesina de los monstruos. Todo cambia cuando se cruza con una desconocida durante una de sus misiones.

La esquirla de una tetralogía prometedora

Para escribir esta reseña, y en parte por el embotamiento en que me sumieron el confinamiento y las alergias primaverales, he tenido la oportunidad de leerme La simiente de la Esquirla un par de veces. Si en la primera lectura me sorprendió, me enganchó una vez superado el prólogo y me dejó con ganas de lanzarme a leer las próximas entregas; en la segunda, la disfruté aún más.

He gozando leyéndola como un gochín chapoteando en un charco de lodo. No solo es una novela sólidamente trabajada, con un apasionante y adictiva. También es una historia que funciona tanto en los momentos de acción como en otros pasajes más íntimos o reflexivos; una muestra de que el entretenimiento no está reñido con el contenido político o social... Además está poblada por un elenco de personajes bien trabajados y diversos. Una de las virtudes que cada vez valoro más como lectora.

Los efectos de la Esquirla

Tal y como comento en el apartado previo, Rodolfo Martínez desarrolla un universo sólido y apasionante en esta novela y es solo un fragmento de lo que tiene visos de ofrecer El hueco al final del mundo. La Esquirla que da nombre a esta novela puso fin a una guerra, además de cambiar el mundo; todo esto repercute en las sociedades con las que nos encontramos siglos después y demuestra el concienzudo trabajo del candasín a la hora de diseñar Duniya.

Martínez no solo cuida lo estético o los detalles más llamativos de cada escenario (Nabati-Madi es una pasada en ese aspecto), también se preocupa de que cada sociedad sea distinta a las otras, coherente con sus propias circunstancias e historia. Detalles como que un mismo país tenga nombres distintos según quién lo mencione, o las pintorescas leyendas que circulan en algunas naciones respecto a otras, dan color al escenario y además le otorgan verismo.

El autor no necesita alardear del currazo que se ha dado. No se recrea en mostrarnos el escenario a costa de la historia, sino que nos explica lo necesario para disfrutar de la misma. Además, hasta los detalles más curiosos o excéntricos que nos podamos encontrar, aparte de fascinantes, están enraizados en la propia trama.

A la noche que cae alrededor suyo no le importa gran cosa qué vive o deja de vivir.

Aunque todos estos detalles me han encantado, lo que me hizo dar palmadas con las orejas fue el diseño de Elantegnek, un archipiélago aislado del continente, pero cuyas islas están conectadas entre sí por antiguos pasos elevados. Es en su capital, Volenskap, donde actúa el Hereje.

Martínez nos ofrece un escenario distópico, con reminiscencias de la buena ciencia ficción trepidante noventera, pero sin saturar ni opacar los elementos genuinos que dan personalidad al escenario. Ante todo ha creado una semiteocracia donde la injusticia y la tiranía no se basan en suprimir la libertad de las mujeres, torturarlas de mil formas, o imponer moralidades rancias. Le basta con crear una sociedad con fuertes desigualdades económicas, que se traducen tanto en lo social, como la compartimentación física de la ciudad. Le añade fuertes dosis de superstición y ya tenemos una sociedad que ve normal sacrificar a una parte de los suyos a los vérjongers por el bien común. Todo un soplo de aire fresco que, al menos, yo agradezco de corazón. Que ya parece que sea una inercia que últimamente toda distopía implique convertirnos a las mujeres en sujetos sin derechos.

Los personajes

Si el escenario es bueno, los personajes que lo pueblan están a la altura. Me ha gustado que, aun siendo una historia con tiranos, personajes crueles o carcomidos por el rencor, sus acciones resultan lógicas, no despliegan maldad porque sí. A veces, hasta pueden tener alguna buena intención, aunque supeditada al cumplimiento de sus propias ambiciones.

Al otro lado, tenemos a otro puñado de personajes con ganas de hacer lo que creen justo, mejorar las cosas, pero que pueden cometer terribles patinazos en el intento. No están exentos de contradicciones, defectos de carácter y todo aquello que nos hace humanos.

En este aspecto, y dentro de los secundarios, me ha encantado el personaje de la capitana Vryguest Sossee. Tanto sus evolución como sus contradicciones internas están muy bien retratadas y me ha encantado cómo el autor retrata su relación con Misándel, su esposa. Esta es otro personaje al que he cogido cariño (como les haga demasiado daño tengo un acerico-muñeco vudú listo para ser usado, aviso), y una muestra de que, en esta historia, los personajes femeninos no necesitan ser gobernantes o grandes guerreras para destacar.

Kláiner es otro gran personaje. Su doble identidad o su labor como el Hereje pueden convertirlo en un personaje con reminiscencias batmanianas, pero se parece a este en la misma medida en que el hombre murciélago nos recuerda a El Zorro o La Sombra. Otra versión con voz y personalidad propias de un mismo concepto. Además, en este caso, Kláiner resulta mucho más interesante que su yo enmascarado. Se ha convertido en quien es por las circunstancias. Es formidable como luchador, pero inexperto en otros aspectos de la vida y necesitado de explorar su propia identidad. Este último proceso me está gustando mucho, aunque esperaré a ver cómo se cierra en próximas entregas antes de emitir mi veredicto.

La sociedad culta, inquisitiva y racional que la había creado ya no existía.

Además, el Hereje no podría ser quien es, sin la ayuda de Cegé, el personaje más apasionante de todos. Es un cerebro gelificado; una suerte de IA, que pasó siglos dormida. Es la cómplice de Kláiner, su ayudante, lo más próximo a una figura paterna o materna que ha tenido en años. A ratos puede ser muy humana, y en otros momentos todo lo contrario. Su capacidad de evolución parece infinita y es imposible aventurar cuál será su destino o qué sorpresas buenas o malas nos deparará.

Hay otros grandes personajes, pero tampoco es cuestión de detenerse en todos y, en algún caso, para hablar de ellos debería destripar demasiado la trama. Solo añadir que, en el tratamiento de los personajes femeninos, me he encontrado todo lo que me gusta y ninguno de esos elementos que me obligan a recordarme cuánto me costaría un e-reader nuevo si tirarse el mío contra la pared. Las mujeres no están libres de sufrimientos, pero no les toca padecer violencias que ya se han convertido en clichés asfixiantes.

Ya para concluir

Podría seguir enunciando virtudes de esta novela, pero tampoco es cuestión de alargar en exceso la reseña. Defectos de peso no he podido encontrarle, si acaso, el uso de capítulos largos centrados en un personaje o escenario hacía que a veces perdierse un poco el hilo de otras subtramas o me entrase afoguín por volver a ellas. Pero esto es más una consecuencia de mi ritmo lector y mi empanamiento mental que otra cosa.

Mantener nuestro aislamiento mientras soltamos sobre el resto de Duniya nuestra basura no es una opción.

Por lo demás, aunque estamos ante la primera entrega de una saga y queda mucho por contar, la novela tiene sustancia por sí misma, no es el típico preludio que termina cuando empieza lo interesante. Dadle una oportunidad a La simiente de la Esquirla, incluso si no sois lectores habituales de cifi. Es un entretenimiento prefecto para este verano, o para cualquier estación del año en realidad. Su lectura se acompaña igual de bien con una cerveza fría que con un té bien humeante.

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Imagen Túnel misterioso obra de Andrew Pyton, vía Pixabay.
Imagen Monstruo obra de Mysticartdesing vía