Roger Waters en River - Parte I

Publicado el 18 marzo 2012 por Bitacorock

I) El impacto

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Roger Waters & "The Wall Live"
Estadio River Plate
Buenos Aires
14 de marzo de 2012

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Hay que reconocerlo: el espectáculo cuasi-teatral que, desde el 2010 viene presentando Roger Waters en gran parte del globo es único y exclusivo. Ya ha traspasado los meros delimitadores de un recital de rock -aunque, para los fines comparativos, en la Argentina nunca se vieron esos fastuosos conciertos de Yes, Emerson, Lake & Palmer, Genesis o Led Zeppelin de los ’70- para convertirse en un verdadero show, en el que nos atrevemos a afirmar que tanto las animaciones (muchas extraídas de la película "The Wall" de Alan Parker, 1982) y el vestuario como los impresionantes efectos sonoros, visuales y pirotécnicos se apoderan de los ojos y la mente del espectador con mayor celeridad que la música misma.

Posiblemente mucho tenga que ver en esto la decisión que Waters y equipo tomaron para la etapa 2012 de su evento. "Hemos estado rediseñando el show para trabajar al aire libre en grandes estadios, -declaraba don Roger a fines del año pasado-. Va a ser realmente bueno e incluso más emocionante, atractivo, espectacular y sensacional que los espectáculos en arenas. He tenido que replantear todo el asunto sobre los estadios. Este espectáculo de estadio no se podría haber hecho hace 40 años. No podríamos haber llenado el espacio para hacerlo emocional, musical y teatralmente satisfactorio. Pero la tecnología ha cambiado y ahora podemos lograrlo". Curioso es el caso que la banda haya estrenado el formato de estadios multitudinarios precisamente en el hemisferio sur, escenario por lo común poco apetecido para este tipo de aventuras.

Pero, en fin, con su colosal pared de 150 m de ancho x 12 m de alto (el doble de la utilizada en las giras norteamericana y europea), sus 41 proyectores de última generación y el descomunal techo de 27 m de alto que pende sobre la pared y que de por sí solo obliga el uso de torres de sonido excepcionalmente elevadas para no crear sombras sobre la pared y exige 4 días de armado entre 55 personas -sin contar, claro, los elementos inflables que sobrevuelan el público del campo ni el bombardero símil Stuka lanzado desde el extremo opuesto del estadio- Waters y su banda de 11 músicos abrieron el 2012 a toda máquina.

Como en giras anteriores del ex-Pink Floyd, la producción se aseguró también de introducir retoques varios para personalizar los shows en sintonía con el país visitado, que van desde la contratación de personal local para el montaje del techo hasta el coro de adolescentes para "Another brick in the wall", seleccionado con la debida anticipación de escuelas carenciadas de la zona (en el caso de Buenos Aires, de las localidades cercanas de Virreyes y San Isidro), pasando por la proyección de mensajes en varios idiomas sobre la pared y pintados en los cerditos flotantes, y el homenaje que Waters rinde a figuras locales.

El formato envolvente del espectáculo garantiza que cada espectador, independientemente de su ubicación, pueda apreciarlo en toda su magnitud. En parte es cierto; sin embargo, obviando el inconveniente que las elevadas torres de sonido generaron en algunos sectores de River, debe admitirse que un show como este requiere de cierta perspectiva para una mejor apreciación y, en ese sentido, el que parece quedarse con la vara más corta es el sector VIP.

Por el contrario, los osados que trepamos las interminables escaleras para acceder a la platea Sívori alta tuvimos el privilegio de disfrutar a pleno del sonido surround, ya que estábamos literalmente rodeados por las seis torres componentes de dicho sistema, todas montadas en las tribunas altas y a 32 m de altura. Además, los que estábamos justo en el medio de la Sívori y bien frente al escenario pudimos oír claramente el zumbido del Stuka, amarrado casi encima de nuestras cabezas, al ser liberado de su catapulta rumbo al escenario en el momento oportuno. Y ni qué hablar del despliegue pirotécnico, siempre mejor apreciado desde la distancia que a boca de jarro. Hasta pudimos seguir los contornos coloreados que el humo de los fuegos artificiales iba dibujando en el negro cielo diáfano llegando a interponerse entre nosotros y los últimos 20 pisos del profusamente iluminado Chateau Libertador, erigido sobre la Av. del Libertador. Los adminículos flotantes, llámese el cerdito heredado de los viejos shows de "Animals" o el perverso maestro de "The Wall" que revoloteaban sobre las cabezas del público del sector VIP fueron generalmente bien visibles desde las plateas altas... siempre y cuando no se interpusieran en la visión algunas de las tres torres de sonido levantadas sobre el campo.

No obstante, todo tiene su contrapartida, ya que la distancia pierde definición sobre todo lo que ocurre en el escenario, desde el vestuario hasta el rostro y la estatura real de los músicos y niños coristas, situación que fue enteramente aprovechada por las audiencias VIP y de tribunas laterales. En todo caso, aunque no es lo mismo, este detalle queda en parte subsanado por la proyección sobre la descomunal pared que actúa también de pantalla gigante.

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