Y otra vez creo debo de hacer más caso a mi intuición. Una primera parte casi soporífera, sin emoción, con tantos planetas en la presentación que no hacen más que confundir al espectador (al menos a mí). La segunda parte, dedicada a la batalla (porque se supone que de eso va la guerra en "La Guerra de las Galaxias") levanta el film con un escenario luminoso y novedoso, y con el gancho nostálgico de las naves y vehículos que descubrimos hace más de treinta años. Pero es la misma coreografía de disparos y sonidos de siempre, con deja-vu de situaciones de otras entregas (en especial de "El regreso del Jedi") aunque con algunos planos interesantes en una fotografía que agradece contar con escenarios más naturales en lugar de las artificiosas construcciones de la primera trilogía (sí, la fallida trilogía que no me cansaré de repetir).
Parece que la nueva tendencia en efectos especiales es la de montar caras pasadas a actores del hoy. Ya lo hizo Tony Stark en "Civil War" y aquí una cara conocida del episodio cuatro regresa aunque todavía sin esa naturalidad que seguro tendremos en algunos años más.
Y a propósito de la naturalidad, toda la película tiene un ambiente muy formal; no hay personajes frescos que hablen de forma más cotidiana (como lo hacía Han Solo por ejemplo), sino que existe excesiva reverencia y demasiado respeto en unos diálogos que además cuentan con muy poco humor (debido a esto mismo, el pez que se muerde la cola).
Película solo para fanáticos, que en sus últimos momentos acelerará el corazón de más de uno. Lo bueno es que es una historia completa, con inicio y fin -y buen fin-, que puede verse sin haber visto toda la saga. Lo malo es que para algunos de esos fans, los menos fundamentalistas, sentimos que nos siguen contando lo mismo casi de la misma forma (y que quizás J.J. Abrams tiene más maestría para el refrito que el director Gareth Edwards). (3.0/5.0)