Una de las primeras cosas que hay que tener en cuenta antes de llegar a la ciudad de Rómulo y Remo es hacerse a la idea de que vas a andar, vas a andar mucho, así que prepara ropa y calzado cómodo porque te esperan largas caminatas. Muchas de ellas provocadas por un transporte público algo escaso, sobre todo el metro que solo posee dos líneas y muchos de los lugares de interés turístico como las catacumbas o la famosa Piazza Navona se encuentran lejos de cualquier parada del Metropolitano. En cualquier caso es recomendable hacerse con la Roma Pass, una tarjeta que te permite usar cualquier transporte público durante tres días y además incluye la entrada a dos museos o enclaves arqueológicos y descuento en el resto sin esperar colas, algo muy a tener en cuenta en lugares como el Coliseo. Su precio es de 25 Euros.
Otra de las cosas que hay que preparar es tu cámara de vídeo o de fotos con baterías de sobra y pilas por si acaso, porque te vas a hartar de hacer fotos (si sirve como ejemplo, en tres días yo he hecho más de 700). Y dinero, Roma no es precisamente barata y la cena en un Ristorante puede salirte por un pico. Hay que fijarse a la hora de pedir il conto si el servicio está incluido o no, en caso de que no sea así hay que dejar un 10 % más de lo indicado.
Como última recomendación o más bien advertencia: el tráfico es un caos. Los romanos no entienden esas luces rojas luminosas situadas encima de postes en las intersecciones de las calles así que mucho cuidado al cruzar aunque el muñequito esté en verde.
Iglesias
Si bien Roma cuenta con cientos de iglesias, hay algunas de ellas que no pueden dejar de verse. Empezaremos hablando de uno de los edificios más antiguos de la ciudad, el Panteón de Agripa y su famoso óculo, lugar que nada más entrar en la plaza que lo alberga te abruma por sus dimensiones inmensas y su majestuosidad. Seguiremos por San Giovanni in Laterano, la considerada catedral de Roma por encima de San Pedro, cuya fachada limpia y sin estridencias deja paso a un interior sobrio pero imponente.
Cerca del Coliseo conviene acercarse por San Pietro in Vincoli. La iglesia no es de las más espectaculares pero en su interior, sentado en su trono, espera el Moisés de Miguel Ángel. Tomando la línea azul de metro y algo apartado del centro de la ciudad se encuentra San Paolo fuori le Mura, una de las iglesias más impactantes de Roma. De la iglesia original solo se conserva un pórtico ya que el resto fue destruido la noche del 15 de julio de 1823 en un incendio, usando sus restos para su posterior reconstrucción.
Otras iglesias recomendables antes de llegar al culmen de la ostentosidad católica que es la basílica de San Pedro son Santa Maria Maggiore y Santa Maria in Trastevere, primera iglesia dedicada a la Virgen que data del siglo IV.
San Pietro, principal edificio Vaticano y centro neurálgico mundial del catolicismo es sencillamente impresionante. Solo entrar en la plaza y contemplar la columnata en forma de herradura que custodia la iglesia te sobrecoge. En su interior hay varias partes ineludibles: la cripta, donde están enterrados los Papas (la tumba de Juan Pablo II es la más visitada y venerada junto a la del apostol San Pedro), la majestuosa nave central que termina en la cúpula de Miguel Ángel y nada más entrar a la derecha tras un muro de metacrilato te espera la genial Pietá del artista de Caprese. Si el clima lo permite (a mí me nevó y no pude hacerlo) conviene armarse de valor y subir las escaleras que te llevan a la cúpula para contemplar una vista única de la ciudad. No hay que olvidarse de ver los Museos Vaticanos, los cuales albergan entre otras maravillas para los sentidos la famosísima Capilla Sixtina (en la cual no se pueden hacer fotos, pero si os hacéis los suecos y siempre sin flash para no dañarla, podréis inmortalizarla) o el Lacoonte.
PD: Cómo el texto me ha quedado un poco largo, lo he dividido en dos partes. Próximamente colgaré la segunda parte.