Romance castellano

Publicado el 31 mayo 2019 por Monpalentina @FFroi
¿Qué causas, pregunta un docto lingüista español, pudieron contribuir a dar solidez y consistencia en este siglo al romance castellano? ¿Cómo es que aquel lenguaje aún tosco, grosero y latinizado del siglo XI, se deja ver en el XII ya con tan distinta gramática y construcción y con tan ajenas y raras terminaciones? El mismo explica las causas y nosotros expondremos sumariamente las que creemos fueran más poderosas.
EDAD MEDIA

Desde que Alfonso VI tomó posesión de los reinos de León, Castilla y Galicia, fue más frecuente y más íntimo el trato entre asturianos, gallegos, leoneses, castellanos, vizcaínos, y aun navarros, mayor la comunicación y comercio de ideas y pensamientos entre sí. La fama de la empresa de Toledo trajo a España gentes y tropas de Gascuña, de Francia y de Alemania a militar bajo las banderas del rey de Castilla. Multitud de monjes y eclesiásticos franceses vinieron entonces a poblar nuestros monasterios y a regir las más insignes iglesias episcopales. Francesas eran las reinas, y con condes franceses enlazó Alfonso sus hijas. Concedió el rey amplios fueros y privilegios y establecimientos ventajosos a los francos y gascones, y a condes francos se encomendó la repoblación de varias ciudades de Castilla. Con esto no sólo se alteró entonces la liturgia y disciplina eclesiástica, sino que hasta se mudó la forma material de escribir, adoptándose la letra francesa en lugar de la gótica, y copiándose los privilegios y documentos por peñolistas franceses. Así se introdujeron también en el idioma palabras franco-latinas, que mezcladas con el lenguaje y dialecto vulgares de los diferentes países de España produjeron el variado y complexo idioma que vemos aparecer formado y con cierta regularidad gramatical en el siglo XII, para irse perfeccionando y puliendo según que la reconquista y la cultura avanzaban.


La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. 

Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.