¿Cómo puedo vivir y tolerar que mis semejantes derramen su sangre por ídolos que ya no tienen nombre de dioses, sino designaciones de neologismos científicos extraños? Morir por algo así es un pecado, toda esa sangre derramada clama al cielo. Son ídolos, no de oro, piedra o madera, no, son máquinas, espectros precisos de acero ensamblados de forma impecable. Toda la actividad humana se reduce a la manipulación de máquinas. Estamos encadenados a aquello que hemos forjado. Hasta ahora habíamos trabajado en aras del progreso y de la industria. Ahora que el progreso y la industria de las naciones juegan juntas a la guerra mundial hacemos girar manivelas, abrimos espitas, apretamos botones que hacen catapultar la muerte por miles de cañones y circunvoluciones. Y cada impacto alcanza, en realidad, al propio tirador. ¿Qué ha sido del coraje, qué ha sido del heroísmo? La deshumanización, la facultad de reprimir los sentimientos, de anularlos o, en el mejor de los casos, de simplemente utilizarlos. El coraje ha pasado a ser un híbrido de locura y precisión. Vuestros héroes son demonios que mantienen una resistencia titánica contra toda fuerza superior. Pero su final es siempre la nada. Perecen por la muerte, no por la vida. Pág. 34-35.
Los editores de Errata naturae explican en esta entrevista que sus libros «son reivindicativos y tienen la tarea de participar y crear debates en torno a nuestra realidad». Esta declaración de intenciones se materializa plenamente en la recuperación de Romance en París (1920), del escritor alemán Franz Hessel (1880-1941), puesto que demuestra a la perfección esta voluntad reflexiva y se trata, además, de la novela con la que inauguraron la colección El Pasaje de los Panoramas, dedicada a la narrativa, de la que también forman parte pequeños éxitos como Hace cuarenta años, de Maria van Rysselberghe, o Las chicas de campo, de Edna O’Brien. Hessel corre el peligro de pasar desapercibido para el lector español, de parecer un rescate más entre los cientos que se hacen ahora, pero basta leer las primeras páginas de esta obra para tomar conciencia de que todavía tiene muchas cosas que decir, de que aún es necesario escuchar la voz de este autor para recordar, aprender y, por supuesto, enriquecerse.
Franz Hessel
El hecho de ser el origen de un filme emblemático seguramente basta para motivar su lectura, pero, aun así, Romance en París es mucho más que un romance en París y no debe verse como un simple preludio de Jules y Jim, como tampoco se debe ver a Franz Hessel solo como el amigo de Walter Benjamin y el padre de Stéphane Hessel. Más allá de eso, Romance en París es la evocación de una forma de vida que se ha perdido, es la recreación de una ciudad ligada al ritmo de los artistas y pensadores que pasean por sus calles, es una carta (pesimista) sobre el devenir de la humanidad, es un alegato contra la violencia. Quizá, por encima de todo, es una invitación a pensar para no dejar que el poder destruya lo que más queremos. Y Franz Hessel es un gran escritor, un novelista hábil que supo conjugar la crítica inteligente con la exploración de las relaciones interpersonales, y estas, a su vez, con la metrópoli en la que se desarrollan. Literatura en mayúsculas, en definitiva.