Cobertura de Espectadores.
Con Romántico italiano, Adriano Salgado conquista un poco más a los espectadores que lo descubrimos el año pasado, cuando estrenó en la Ciudad de Buenos Aires el primer largometraje que escribió y dirigió: La utilidad de un revistero. Por ahora a través del 18º BAFICI, nos regala un segundo homenaje al artificio cinematográfico, tan ingenioso y amoroso como su predecesor, pero esta vez con la apariencia de un documental que se anuncia espontáneo.
El prólogo sobre el (resistido) uso de la voz en off, sobre el reconocimiento inexorablemente tardío de las anécdotas, sobre la conveniencia de registrarlo todo por las dudas adelanta la intención de (volver a) jugar con el lenguaje cinematográfico, eso sí, sin que se note. Salgado simula entonces la filmación al aire libre y en tiempo real de hecho fortuitos, en principio insignificantes.
Este film participa de la competencia latinoamericana del 18º BAFICI.
En realidad, el tema por excelencia es el séptimo arte. De hecho, la cámara deambula por Mar del Plata mientras transcurre la edición más reciente del festival de cine que se desarrolla en esa ciudad cada noviembre, y con la excusa de recuperar el micrófono inalámbrico que la actriz Camila Tóker se llevó sin darse cuenta al término de la breve entrevista que le hizo una periodista venezolana y que filmó… Salgado.
Como todo lo que se refleja en la pantalla grande, la espontaneidad anunciada también es pura ilusión. El talento de este sonidista de sólida trayectoria consiste en hacer pasar como improvisado -si se quiere azaroso- un trabajo articulado de manera minuciosa y con finísimo sentido del humor.