La película que Daniel Casabé y Edgardo Dieleke presentaron en la anteúltima edición del BAFICI (hace dos años) reúne a dos veteranos del periodismo nacional -Rómulo Berruti y Alfredo Serra- en torno a un hobby que pocos espectadores conocen. La actividad recreativa es una excusa para retratarlos en un presente despreocupado y para reconstruir la amistad de medio siglo que nació en el Instituto Grafotécnico.
El crítico de espectáculos y el corresponsal de guerra evocan anécdotas estudiantiles y profesionales además de explicar las características de una pasión con poca prensa, que también alimentan desde la juventud. Los recuerdos remiten a la experiencia personal y a una Ciudad de Buenos Aires en vías de extinción, si no dejó de existir ya.
“La porteñidad al palo” resulta un subtítulo posible para el entrañable documental -con una pizquita de ficción- que Casabé y Dieleke seguro realizaron con admiración por la dupla protagónica. La veta afectuosa se complementa muy bien con el sentido del humor de los entrevistados: como muchos conciudadanos, el co-conductor de la legendaria Función privada y su actual compañero de afición y vermucito enseguida se hacen querer.
El correo electrónico atribuye a “diversos motivos” el cambio de fecha que la agente de prensa anticipó tímidamente, sin sospechar la extensión de la postergación. A falta de una explicación concreta, algunos espectadores imaginarán que el hobby de Berruti y Serra convocará escaso público, y por lo tanto interesa poco a nuestros exhibidores. Alimentarán esta hipótesis quienes estén al tanto del reestreno digital de Esperando la carroza, previsto para el 25 de octubre en las salas comerciales de todo el país.
Por conocer los vericuetos que presenta el circuito nacional de producción/ distribución/proyección cinematográfica, será don Rómulo quien mejor entienda y acepte la postergación de Cracks de nácar. De ahí el título que Espectadores eligió para este post, sin ninguna intención de minimizar la espera -tal vez bronca y frustración- de Serra, Dieleke y Casabé.